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Sus mosaicos son alfombras con teselas milimétricas, elaboradas en algunos lugares con pan de oro por musivarios que trabajaban entre diez y doce horas diarias para recrear un km2 de mosaico en un palacio del imperio tardío. Porque hay rastros de otra villa también grande del siglo I y comienzos del II d.C. El desfile por este lugar deslumbraría a los guionistas de videojuegos como Imperium o Total War Roma.
A los seguidores de Máximo Décimo Meridio, alias Gladiator, nacido en Trujillo según el guion, no les costará imaginar que el dueño de este casoplón romano, único con sus 1.500 m2 de mosaicos distribuidos en 26 de las 35 habitaciones, era amigo, o pariente de Russell Crowe. Desdichadamente, la fantasía de Máximo es del siglo II y la del anónimo señor de esta magnífica villa rural es de la mitad del siglo IV, hacia el año 350. Las alfombras de mosaico de hace 1.600 años de un dominus romano a tus pies en Castilla.
En este contexto, Ana Samper juega con ventaja. Es guía de La Olmeda desde que esta se reabrió al público, tras la gran restauración, arropada por un nuevo edificio de arquitectura notable, en 1996. Está enamorada del lugar incluso antes de esa fecha. Por eso, se enfrenta con calma al grupo de gentes maduras -una veintena- que espera a que les cuente el recorrido. Algunos rebosan escepticismo ante las exageraciones que han oído sobre la casa. Pero Ana sabe que saldrán de aquí asombrados.
Ese es su as en la manga. Es inconcebible para cualquier mente medianamente formada pensar que aquí, al norte de Castilla-León, en las planicies palentinas, hace 1.600 años hubiera un lugar así. Vivito y coleando hoy, contando con sus mosaicos, baños, tumbas, la vida cotidiana, cómo vivían los romanos del imperio en decadencia en una de sus provincias más hermosas, Hispania. Nuestros ancestros.
Ana rinde homenaje al hombre-patrón-referente que descubrió la villa en 1968, Javier Cortes y Álvarez de Miranda. Un ingeniero que hasta los años 80 que pasó la propiedad a la administración palentina, cuidó y excavó pagando de su bolsillo a los profesionales. Por las tierras de Saldaña se venera su memoria. En ese pueblo tiene casa-museo, estatua y plaza dedicada. “Esta es la villa romana más espléndida de Europa en mosaicos, tras la de Casale en Sicilia. También es la que tiene más metros cuadrados de mosaicos conservados in situ, porque Javier Cortes siempre se negó a que estos se levantaran y trasladaran fuera de estas tierras”.
Lo explica ante los arcos romanos rehabilitados, izados enteros algunos de ellos, tras el incendio que asoló la casa en el siglo VI. Una desgracia bienvenida para todos los que aman el arte y la historia, porque los escombros que cayeron preservaron los suelos hasta 1968. Al patio central porticado, el peristilo, se abrían todas las habitaciones de las casas romanas hacía tiempo ya. Los muros exteriores estaban cerrados como protección.
A partir de este momento, el grupo de visitantes avanza por las pasarelas -la restauración del estudio de arquitectura Paredes y Pedrosa se merece los premios recibidos- para empezar por los pasillos enmarcados con cenefas romanas y habitaciones con tapices de alfombras únicas. El asombro es tan sincero que pasados los primeros momentos para hacer fotos, el personal abandona -es imposible recoger en los móviles tanta belleza - y se dedican a alimentar sus sentidos con la hermosura.
Cuando llegan ante el salón principal, el oecus donde el dominus (señor) recibía a las visitas, despachaba sus tratos, agasajaba a los amigos y familiares, los murmullos de asombro arrecian. El mosaico de la cacería (las fotos en detalle ayudan, miradlas) y la escena de Skyros, el lugar donde Aquiles se refugia vestido de la pelirroja Pirra para no ir a la guerra de Troya y adonde Ulises acude -también disfrazado de mujer- para convencerle, da para estar ahí sentado varias horas, días.
Y Ana Samper lo sabe: “La calidad de la ejecución, los cuatro o cinco colores de las teselas de vidrio, algunas de pan de oro (estas en el museo de la villa en Saldaña) que rodeaban las joyas de las mujeres que están con Aquiles en el palacio del rey Licomedes, el jabalí herido, animal autóctono, los leopardos o el León del Atlas, las especies de animales norteafricanas, son increíbles. Y ahora, en detalle la orla de retratos, rarísima y bien conservada”. A la guía Samper solo le falta añadir un miren y disfruten.
A partir del mosaico del oecus, el personal transita por la casa como si fueran invitados del misterioso dominus, del que por más que los arqueólogos e historiadores han buscado, no hay ni rastro. Se manejan dos hipótesis, nos cuenta luego Samper, con toda la prudencia de la buena historiadora. Por la riqueza de la villa se la vincula con el emperador Teodosio I el Grande (emperador de Roma desde el 19 de enero de 379, por tanto, coetáneo del dominus) o con Flavio Salustio, hace unos 1.600 años el vicario de las Hispanias, residente allá por Augusta Emerita, o sea, Mérida. Se supone que es uno de los retratos de la orla-galería del oecus, el que lleva barba y toga. Pero solo porque se encontró un busto de él con barba.
Tras el gran salón, el resto de las habitaciones -las familiares dedicadas al invierno en el ala Sur y al verano en el ala Norte; las termas y zona de balneario descubierta hace menos tiempo- ocupan casi otros 1.000 m2. Visitas de adultos y de jóvenes enarcan las cejas al enterarse de que las letrinas de madera están reconstruidas para enseñar también que los romanos -igual que disfrutaban de las saunas desnudos, de los triclinios dándose los grandes banquetes- conversaban y cerraban tratos juntos mientras defecaban.
Ese es el momento en que el personal de la visita se da cuenta de que ya no van a asombrarse más. Pero les queda un descubrimiento interesante aún. Unos pasos más allá, los dibujos del mosaico del gran pasillo de más de 36 metros de largo, que otra vez asombran por su belleza. Y por la gran cantidad de cruces esvásticas. Ante el dibujo convertido en símbolo del terror nazi, Ana Samper desvela lo que los jóvenes que juegan a videojuegos romanos ya saben. La esvástica era una decoración en grecas tanto en Grecia como en Roma y representaba el movimiento del sol. Pero Samper va más allá y recuerda que fue utilizada antes en el subcontinente indio y otras muchas culturas.
Es imposible recoger en un texto La Olmeda. Ni abarcar sus posibilidades en una sola visita, pero al final os dejarán pasear por el recinto y revisar las pantallas explicativas que hay en cada habitación. La sensación del recuerdo de que hace casi 2.000 años estas tierras llanas, mesetarias, fueron romanas antes que árabes y castellanas es interesante en estos tiempos. Doscientos años después, a mitad del siglo VI y cuando el Imperio Romano estaba en total decadencia, el incendio salvó a La Olmeda para nosotros.
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