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Cambrils cuenta con la rica historia propia de los pueblos enclavados en lugares privilegiados. El municipio fue configurándose desde los albores de la edad media alrededor de los preciados recursos que el mar proporcionaba. Su puerto pesquero sigue hoy en día activo y productivo, con una flota pesquera con 24 embarcaciones que incluyen naves de pesca de arrastre, al cerco y de artes menores.
La lonja de la Cofradía de Pescadores reúne a restauradores y mayoristas cada tarde en la subasta del pescado, el producto estrella de la gastronomía local. Considerada la capital gastronómica de la Costa Dorada, los más de 150 restaurantes en Cambrils (dos de ellos con con Soles Guía Repsol) ofrecen cocina marinera y de proximidad y participan activamente en los festivales y eventos alrededor de la cocina que salpican el calendario anual. Pero es en el carácter de su gente -honesta, cálida y con los pies en la tierra- donde el mar deja su huella más profunda.
Una de las cosas que llama la atención de Cambrils es que existen dos núcleos urbanos separados por la antigua vía del tren. Son consecuencia de un pasado con características sociológicas y urbanísticas diferenciadas: la vila y el puerto. Y esa escisión, más que una fractura, dibuja dos formas de vivir Cambrils: una de postal marinera y otra de raíces profundas.
El barrio marinero de Cambrils, cuyo asentamiento data del año 1152, se articula alrededor de un magnífico puerto con dos amarres: el deportivo y el pesquero. Junto al edificio de la lonja se puede admirar cada día el trasiego de las embarcaciones pesqueras activas que continúan faenando para abastecer las tiendas y restaurantes de buena parte de la Costa Dorada. Una actividad que resiste frente a viento y marea pese a los retos de un mundo globalizado que fagocita implacablemente los antiguos oficios.
“En los años ochenta del siglo pasado, había más de 40 embarcaciones de pesca de arrastre; hoy quedan activas solo 13”, explica Joan Domingo, pescador ya jubilado de Cambrils. “Y no es porque las nuevas generaciones crean que es un trabajo muy duro. El principal problema es la cantidad de restricciones administrativas que hay. Al final los números no siempre salen”. Pero aún así, cada tarde, el puerto se llena de vida como si nada hubiera cambiado.
El Club Náutico de Cambrils convive en armonía con la actividad pesquera, aportando otra cara del mismo mar. Junto a las barcas de faena, se alinean embarcaciones de recreo y naves destinadas a actividades deportivas y náuticas. Todas ellas se mecen al ritmo del agua, bajo la atenta mirada del faro rojo, uno de los símbolos del puerto. Desde el espigón, se puede llegar caminando hasta su base y disfrutar de una panorámica privilegiada de todo el paseo marítimo.
Desde el mar hacia el interior, el barrio marinero de Cambrils despliega con naturalidad todo su encanto. En los alrededores de la Torre del Puerto, una construcción defensiva del siglo XVIII, se concentran tiendas de artesanía, pescaderías que exhiben el género recién llegado a puerto, restaurantes de cocina tradicional y marinera, heladerías y terrazas que invitan a sentarse sin prisa. Todo ello envuelto en ese aroma inconfundible a salitre, a verano y a días que parecen alargarse un poco más de lo normal. Vibrante y concurrido en temporada alta, el barrio marinero recupera la calma cuando acaban los meses de calor. Entonces se transforma en un rincón tranquilo, con una atmósfera casi suspendida, como si el tiempo aguardara en silencio la llegada del próximo verano.
En la parte alta de Cambrils, apartado del ajetreo del puerto, el casco antiguo revela su alma más local. Aquí, los y las residentes encuentran refugio de la bruma turística que inunda la costa en verano en sus múltiples restaurantes y bares, abiertos todo el año. El barrio antiguo conserva el aire medieval de su origen, en el siglo XII, cuando el pueblo se consolida alrededor de la actividad agrícola. Callejuelas estrechas y llenas de encanto, plazas con pórticos y balcones llenos de flores se despliegan entre la Plaça de la Vila y el Portal de la Muralla, el único resto que queda de su muralla defensiva.
La encantadora calle de Lloveras conduce hasta la Torre del Llimó, una torre de vigilancia del siglo XVII impecablemente conservada. Si desde allí se camina hacia el mar, a unos 500 metros se alza el Santuario de la Mare de Déu del Camí, una imponente ermita del siglo XVIII dedicada a la patrona de Cambrils. En su recinto se encuentra también la Torre de la Ermita, construcción militar del siglo XIV que sorprende por su altura y su excelente estado de conservación.
Pero lo mejor de la vila es entregarse al paseo: buscar la sombra, descubrir terrazas donde refrescarse con un vermut bien servido (Reus, capital de esta bebida, está a un paso), y dejarse llevar por el ritmo pausado y genuino de los viletans.
No podía ser de otro modo: las playas son el gran tesoro de Cambrils. Nueve kilómetros de litoral con arena fina y dorada, bañados por aguas tranquilas y poco profundas, ideales para disfrutar en familia. Todas ellas se suceden a lo largo de un cuidado paseo marítimo que recorre la costa de punta a punta, ideal para caminar sin prisa o recorrerlo en bicicleta, siempre junto al Mediterráneo.
La animada playa del Regueral ocupa el centro del litoral y concentra buena parte de la vida veraniega de Cambrils. Otras playas recomendables son la Playa de la Llosa, a levante - más familiar y tranquila-, ubicada junto al yacimiento de la Villa Romana de la Llosa. Hacia poniente, la Playa de Vilafortuny, amplia y bien equipada, invita a pasarse el día entero retozando al sol.
La familia Samá creó este espacio como símbolo de poder y prestigio. Foto: Mónica Grimal
Además de sus playas, Cambrils cuenta con otra gran joya natural: el Parc Samà. A cinco kilómetros del centro del pueblo, este parque en el que Antoni Gaudí dejó su huella abarca 14 hectáreas de pura fantasía natural combinando estilos paisajísticos que evocan la nostalgia del Caribe colonial.
Cambrils lleva con orgullo el título de capital gastronómica de la Costa Dorada. El municipio ha sabido capitalizar y aprovechar la vasta despensa natural que lo envuelve, gracias a una larga tradición pesquera y una actividad agrícola con siglos de historia que aún se percibe en kilómetros y kilómetros de campos de cultivo. Pescado recién llegado, marisco de proximidad, frutas, hortalizas, aceite y vino de la tierra... Todo confluye en una cocina que sabe a Mediterráneo y a temporada.
Una mirada consciente al futuro ha reforzado todavía más la calidad del producto que culmina en cada plato. Buena muestra de ello es 'Verdplant', una empresa familiar que ha convertido sus 300 hectáreas de huerta en Cambrils en un referente europeo de agricultura regenerativa. “Nos gusta decir que cultivamos paisaje”, explica Ernest Mas, responsable técnico de 'Verdplant Fruits'. “Se trata de producir alimentos que tengan un impacto positivo en la sociedad”.
El impacto también se deja ver (y de qué manera) en los platos elaborados con productos de proximidad y temporada, cultivados de forma natural y consciente. Sergi Palacin, el chef del restaurante ‘HIU’ (Recomendado por Guía Repsol) en Cambrils, exprime la temporalidad de la tierra y del mar en su cocina, profundamente influenciada por las tradiciones de Asia, especialmente de Tailandia, (HIU significa “Tengo Hambre” en tailandés).
“Busco conectar las tradiciones de Asia con el producto de aquí”, explica Palacin, uno de los jóvenes talentos surgidos de la Escuela de Hostelería y Turismo de Cambrils y que, tras una larga trayectoria que incluye su paso por ‘elBulli’ y una década en Tailandia, volvió al pueblo de su infancia para hacer realidad el sueño de abrir su propio restaurante. Igual que ‘HIU’, otros establecimientos como ‘Bresca’ (Recomendado por Guía Repsol) o ‘Cambiu’, son la cara innovadora del producto de calidad puesto al servicio de una gastronomía creativa.
La otra apuesta gastronómica de Cambrils es la de la cocina tradicional y marinera, que tiene recetas tan auténticamente propias como el romesco (una caldereta marinera de pescado y marisco con una sabrosa salsa a base de tomate, una picada de frutos secos, pan frito y aceite de oliva virgen extra) y que incluso tiene sus propias jornadas culinarias. Son platos nacidos junto a las barcas de pesca y que se sirven en restaurantes en sus más diversas expresiones: elegantemente contemporáneos en la carta de ‘Can Bosch’ (1 Sol Guía Repsol), técnicamente creativos en ‘El Rincón de Diego’ (1 Sol Guía Repsol) o de forma genuinamente histórica y tradicional en ‘Germans Miquel’s’ (Solete Guía Repsol).
Su riqueza gastronómica, desde luego, es un bonus extra para decidirse a visitar Cambrils. Y es que ya sea como destino principal o como parada en el camino, esta villa mediterránea es un destino ideal si buscas mar, buena mesa y un ritmo más pausado sin renunciar a nada.
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