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La villa donde nacían manantiales
De la esencia de Alcaine nos hablan su nombre y su historia. Su término, derivado del árabe, significa ‘sitio donde nace un manantial’. Porque este pequeño municipio turolense está situado a la orilla izquierda del río Martín, en los ramales del Sistema Ibérico, y dividen su vega dos arroyos. Es ahí, en la ribera del río, donde se encuentra la prueba de la antigüedad de Alcaine: las pinturas rupestres de la Cañada de Marco. Aguas arriba, avanzamos en la historia hasta las pinturas de la Higuera, en el barranco de Estercuel, con siete figuras de arte rupestre levantino. Ambos conjuntos pictóricos se hallan al aire libre y son considerados Bien de Interés Cultural. Para los amantes de la naturaleza destaca también el entorno del embalse de Cueva Foradada.
Pero Alcaine mantiene su esencia a pie de tierra, en el tejido de sus estrechas y empinadas callejuelas. Un caserío configura el trazado de este precioso núcleo urbano, vigilado por una serie de torreones medievales. Estos se levantaron en unas murallas muy particulares: naturales, cuya roca caliza rodea y protege al casco urbano. Una de esas torres que se yerguen en Alcaine es la de la iglesia de Santa María la Mayor, construida en el siglo XVIII.