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Badajoz

Belleza extremeña y objeto de deseo

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Si antes fueron Marbella y Mallorca, el desembarco de determinados jeques árabes tiene lugar ahora en Badajoz. Sí, en Badajoz. La dehesa extremeña se ha convertido en territorio deseado por algunos potentados de Abu Dabi. Debe ser que ese tono naranja que irradian las fachadas cuando el sol se refleja recuerda los amaneceres en el Oriente Medio. O tal vez es el inequívoco pasado árabe de Badajoz el factor que tiende la mano a los jeques de aquellas latitudes.

Desde cierta altura, la ciudad proporciona al visitante un atractivo collage de colores marrones y blancos, de ladrillos y tejas sobre la cal de las paredes. La mayoría de sus edificios emblemáticos se disponen en la capital pacense siguiendo un orden circular, como si quisieran mantener una respetuosa distancia con el casco histórico, donde brillan con luz propia el Ayuntamiento y la Catedral de San Juan Bautista. Conviene acercarse también a la popular Giraldilla, un edificio de estilo regionalista ubicado en la Plaza de la Soledad. Una vez que el visitante se aleje del epicentro urbano, otros grandes tesoros sorprenderán su mirada, desde la Torre del Espantaperros hasta la Alcazaba (junto al Museo Arqueológico), atestiguando que esta ciudad es una de las más bonitas de Extremadura.

La Plaza Alta fue durante varios siglos el centro de la ciudad desde que ésta rebasó los límites de la Alcazaba musulmana. Otro icono de la ciudad es la Puerta de Palmas, que formaba parte de la antigua muralla del municipio. Badajoz cuenta, además, con una numerosa red de parques y jardines y se deja abrazar por dos ríos de distinta envergadura, el Rivilla y el Guadiana.