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Foradada

A la sombra de las rocas

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Un pueblo bajo una roca agujereada. Allí los peñascos juegan al despiste, con magníficas iglesias que se acuestan en la piedra -el santuario de la Mare de Déu del Salgar-. O con acantilados donde hace miles de años los hombres del neolítico se cobijaron en unas hendiduras, hoy conocidas como las cuevas de Antona. Muestra de su paso, son las pinturas de arte rupestre que se han encontrado fechadas en la Edad de Bronce. Y esto solo el principio.
Foradada alberga enclaves enigmáticos que dejarán boquiabierto al que se acerque hasta esta localidad catalana. Llegaron a pertenecerle incluso dos castillos, sin embargo, solo uno no soportó los embistes del tiempo -ruinas del Castillo de Rubió-, mientras que la fortaleza de Monsonís, en una de las pedanías de Foradada, aún conserva todas sus piedras en una edificación defensiva declarada bien de interés cultural. Lleida tiene en Foradada su pueblito de referencia, alejado del mundanal ruido en el que puede relajarse entre naturaleza y pedanías con solera. Un ligero paseo por las inmediaciones del canal de Urgel sirve para encontrarse con ruinas de castillos pasados o incluso con restos de iglesias, como la Torrota, de la que solo se ha conservado la cabecera. En Foradada los ecos del pasado se asoman entre naturaleza catalana, como la antigua cárcel de Cuato o las iglesias que se levantan para elevar el alma, como la ermita de San Urbano o la iglesia de San San Salvador de Marcovau. Todos ellos son muestras de la hegemonía de un pueblo que una vez alguien poderoso excavó en el suelo.