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Fuenteguinaldo

Un castro celta a orillas del Águeda

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La villa toma su nombre de la existencia de una fuente en sus inmediaciones y del conde Grimaldo, padre de Teobaldo Montesinos, repobladores del lugar. Esta tierra ya fue tomada desde antiguo, como lo atestiguan los restos arqueológicos que se encuentran diseminados en su término. Entre otros, el castro celta de Irueña, a orillas del río Águeda, declarado Bien de Interés Cultural en 1931 y donde se ha acometido recientemente la restauración del verraco, comúnmente conocido como ‘Yegua’. También, el dolmen de la Huerta de la Ánimas, que se encuentra en un prado privado aunque puede avistarse desde el camino, o el menhir de los Regados en la confluencia de la cañada a Extremadura.

En esta villa, lugar de señorío del duque de Alba, tuvieron lugar los encuentros entre el rey Alfonso XI y Alonso IV de Portugal con motivo del matrimonio de sus hijos. También es conocido el importante papel que desempeñó en la guerra de la Independencia al convertirse en cuartel del general Wellington. El municipio se levanta sobre un teso, en un emplazamiento privilegiado en el cruce los caminos que conducen a Portugal, a Ciudad Rodrigo y a Extremadura.

El caserío se adapta a las pendientes de sus calles, conservando una rica toponimia que descubre antiguos oficios y construcciones de gran interés, entre las que destacan el edificio porticado del siglo XVII que alberga el Ayuntamiento, la casa de Juan Manríquez, los restos del antiguo palacio ducal, la ermita del Santo Cristo o las ruinas de la ermita de San Fausto. El edificio más señero es la iglesia parroquial, bajo la advocación de San Juan Bautista, obra gótica del siglo XVI en la que consta la intervención de Rodrigo Gil, Juan de la Puente y Francisco Abendaño. La planta presenta una nave con tres tramos, crucero y capilla mayor semi hexagonal que se cubren con bóveda de crucería. Preside la capilla mayor el magnífico retablo ensamblado en el siglo XVI realizado por Lucas Mitata, uno de los tesoros artísticos más importante de la provincia.

En la salida del pueblo se encuentran dos parajes, Molino Serafín y Molino Valeriano, que son excelentes zonas para el recreo y el baño. En tierra ganadera, la piel ocupa la especialización artística de sus gentes, encontrando grandes maestros en la guarnicionería. Desde antaño era muy conocida la producción de cal morena, actividad de la que aún quedan muestras en las afuera de la villa.