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Huesca

A una hora del Pirineo y a media hora del desierto

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Una ciudad de contrastes extremos en paisajes y climatología. Un auténtico micromundo irrepetible, por su riqueza natural, en otras latitudes de la península. Calidad de vida. Eso es Huesca, distante a una hora de las montañas del Pirineo y, al mismo tiempo, a treinta minutos del paisaje desértico de los Monegros. ¿Quién da más? El casco histórico de Huesca, declarado Conjunto Histórico-Artístico, despliega un excepcional ramillete de monumentos que combinan el románico con las tendencias arquitectónicas modernas. La Catedral de Santa María, del siglo XIII, y la iglesia de San Pedro el Viejo conviven en armonía con el Teatro Olimpia y el Casino, ambos de principios del siglo XX.

El Ayuntamiento oscense se permite el lujo de tener su sede en un palacio renacentista del siglo XVI. Otra referencia artística es el convento de San Miguel (conocido popularmente como 'Las Miguelas'), que se encuentra habitado desde el siglo XVII por monjas carmelitas. Su interior alberga numerosos retablos de estilo barroco y el órgano del coro, que data de 1852. Próximo al convento se encuentra la única torre que se conserva de la antigua muralla.

De vuelta a la era contemporánea, conviene dar un paseo hacia la Diputación Provincial para contemplar un mural del oscense Antonio Saura, llamado 'Elegía', que decora una superficie total de 200 metros cuadrados en una de sus salas. El edificio de la Diputación fue construido en los años 80 sobre un antiguo convento franciscano del que aún quedan vestigios en la sala del sótano. Para un final de jornada de relax, el Parque Miguel Servet actúa como auténtico pulmón de la ciudad. Chopos y magnolios plátanos conviven en este espacio natural con especies vegetales exóticas junto a patos, cisnes, ocas y ranas.

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