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Pol

Un municipio tranquilo

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Cuando la lluvia concede un descanso, el silencio cae sobre las calles de Pol como una manta invisible. Por las aceras, decenas de personas desordenadamente acaban de salir a comprar o a realizar sus quehaceres. Todavía el agua resbala por la fachada grisácea, como el cielo, del consistorio. Su reloj central en la espadaña marca la hora desde lo alto y algún transeúnte la compara con la de su muñeca o móvil. Las gotas caen por los canalones y desde las esquinas de las tres banderas institucionales, como también se escurren por la torre románica de la iglesia de Valonga, que guarda con celo su pila de agua del s. X. Muy cerca de allí, el humedal de A Pedreira ha hecho acopio de más agua, con la que ocultar las minas abandonadas que el vieron nacer. Lejos queda ya la Fiesta del Emigrante, ese día de agosto dedicado a los que se fueron y sólo vuelven a Pol para pasar las vacaciones.

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