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La pequeña gran corte de La Mancha
Entre Cuenca, Valencia y Madrid aparece lo que al viajero le puede parecer un simple cruce de caminos, pero realmente es una parada obligada de las tierras de La Mancha conquense. Los celtíberos sentaron las bases de Tarancón en el barrio del Castillejo, en un casco histórico de la ciudad con mucho que ofrecer al visitante. Organizado en torno a tres plazas, en la del Caño se alza la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, equipada con un importante retablo mayor renacentista –obra de Pedro de Villadiego– en el interior y una gran torre, conocida como la "Giralda Manchega", joya arquitectónica que destaca en el perfil de Tarancón.
El templo y el primitivo barrio medieval, mirador privilegiado sobre la ciudad, están conectados con el resto del casco antiguo por el Arco de la Malena, huella de la antigua muralla. Por él se llega a las otras dos plazas (Constitución y Ayuntamiento) y a la colección de calles que conducen a otros destacados rincones de la que fue denominada la "pequeña corte manchega" debido a las largas temporadas que pasaba en su ciudad el taranconero Fernando Muñoz, Duque de Riánsares, casado con Doña María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII. Su palacio es la actual sede del Ayuntamiento, donde se puede ver la conocida colección de esculturas de Quijotes realizadas a mano y visitar las cuevas.
Otra casa-palacio de renombre, la de Parada, de fachada barroca y patio porticado, se ha convertido en edificio al servicio de la población, al acoger el Museo de Arte Contemporáneo y Archivo Histórico. La Ermita de San Roque y, sobre todo, el Convento de los Franciscanos dan cuenta de la devoción religiosa de Tarancón. Sus habitantes celebran con gran fervor a la Virgen de Riánsares, a la que trasladan dos veces al año en romería desde su ermita, situada a las afueras y cerca de un puente romano que cruza el río Riánsares.