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La máquina del tiempo
Se aprende mucho viajando en el tiempo. Por ejemplo, de arte. En este preciso momento, el viajero se encuentra en medio de la Terrassa modernista, sorprendido de descubrir toda la sensualidad que pueden desprender las curvas y pliegues de un edificio. Y aunque la inspiración en Gaudí de la Masía Freixa es evidente, lugares como este y el Vapor Aymerich, Amat i Jover (sede central del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña), la Casa Alegre de Sagrera, el Ayuntamiento y el Teatro Principal claman a gritos que el modernismo catalán no se acaba en el famoso arquitecto, además de dar carácter a sus calles. Y eso que aún no hemos abandonado el casco histórico.
Entonces, de repente, el visitante camina 300 metros y salta otra vez en el tiempo. Ahora está en la Edad Media, allá por el siglo XII, contemplando el conjunto monumental de las iglesias de San Pedro, San Miguel y Santa María, románico bizantino en estado puro. A unos pasos, sobre un montículo, un macizo castillo-cartuja, le termina de situar en el Medievo. Sin embargo, el GPS se empeña en señalar que está en el parque Vallparadís, y que estos monumentos forman parte del Museo de Terrassa. Antes de que ninguna máquina lo desmienta, avanza hacia el sur y sabe que ha vuelto a viajar al pasado cuando se encuentra al borde del torrente de Vallparadís, un río que ha pasado por allí desde tiempo inmemorial –la vegetación originaria no deja dudas– y junto al que se pueden ver restos paleolíticos.
Podrías estar así todo el día, atrás y adelante por épocas y culturas, empapándote del torrente de arte que anega las calles de Terrassa. O bien acercarse al Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac para que el reloj se pare, directamente. Pero el viajero sabe que esas calles, aparte de decorado de lujo, tienen mucha vida que vivir en forma de fiestas, festivales, etc. Y que la mayoría de estos edificios son hoy museos que, aunque le saquen de su ensoñación, tienen otras historias esperando. Entonces suspira y vuelve a consultar el GPS.
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