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Rascacielos de Madrid

Madrid, Madrid

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A lo largo de los siglos, muchos ilustres han escrito bellas palabras sobre el cielo de Madrid, más allá del conocido "de Madrid al cielo"; muchos visitantes se han quedado prendados de su inmensidad, muchos pintores han querido trasladar todos sus tonos a sus paletas –el azul de las mañanas limpias, los rosas de sus atardeceres, los amarillos de las tormentas eléctricas de verano– y han cuidado la textura de sus nubes como si fueran los tejidos que visten a las reinas.

Como si quisiera conquistarlo, Madrid lleva toda su historia queriendo subir lo más alto posible a través de su arquitectura, desde el antiguo Alcázar, dominando la ciudad en el monte donde antes, en el principio, estaba la muralla árabe y después se construyó el Palacio Real, a la gigantesca cúpula de San Francisco el Grande. Pero en el siglo XX comenzó una trepidante escalada a las alturas, empezando por el edificio de la Telefónica, en plena Gran Vía, o el Edificio Metrópolis, en su comienzo. La Torre de Madrid o el Edificio España fueron símbolos invictos de las alturas en la capital durante muchos años, junto con Torrespaña, el famoso Pirulí. Con el crecimiento del paseo de la Castellana como centro de negocios surgieron rascacielos de todo tipo, como los del complejo de AZCA, la desaparecida Torre Windsor o la blanquísima Torre Picasso, entre otros, y más al norte, las icónicas Torres Kio, formando una puerta hacia Europa y al futuro que prometía el nuevo milenio. Y con el siglo XXI llegó, efectivamente, el último peldaño, al menos de momento, de esta escalera hacia el cielo: las Cuatro Torres, visibles desde el mismo momento en que se cruza el túnel de Guadarrama, en la sierra, o lo primero que se adivina al llegar en avión a la ciudad. Quizás el cielo de Madrid sea inalcanzable después de todo, y quizás en eso reside también su belleza, pero eso no significa que los madrileños dejen de intentar alcanzarlo.

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