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Castillo de Montjuïc

Barcelona, Barcelona

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A la montaña de Montjuïc siempre le he gustado observar. Su curiosidad en un primer momento fue suplida por una atalaya desde la que se informaba de la proximidad de los barcos que recorrían la costa. A partir de esta construcción, años después se levantó el castillo que ha tenido varias utilidades a lo largo de la historia, entre ellas la de prisión. Sus ornamentados jardines, que aportan color y vida al foso, y sus cuatro baluartes (San Carlos o Santa Amalia, entre otros) pintan a vista de pájaro la mitad de una estrella que se encuentra interrumpida por los riscos de la montaña. Quizás la otra parte del astro haya que buscarla mirando al cielo durante la noche. Dentro del conjunto, el patio de armas es el escenario en el que se alza majestuosa la torre vigía. Constituye un mirador excepcional de la ciudad y, sobre todo, del fluir de los navíos al arribar a puerto. En el siglo XX, las funciones de observación, que nunca ha dejado de buscar la montaña, se las atribuyó el faro levantado muy cercano a la fortaleza. Pese a que ya no cuenta con farero, sigue guiando a las embarcaciones. No obstante, la luz sí se apagará unos pasos más allá para crear una atmósfera de recogimiento. El monumental cementerio de Montjuïc tiene unos mausoleos que podrían ser una pequeña maqueta del ensanche barcelonés, ya que imita su arquitectura. Allí, se encuentran enterrados Isaac Albéniz o Joan Miró, genios que alumbraron al mundo en sus disciplinas. A través de las siluetas que proyecta el faro, el entorno de Montjuïc se expande al otro lado de la línea del horizonte.

Localización

Carrer del Castell, 66. Barcelona