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Farmacias históricas en Madrid

Un viaje en el tiempo por pasadizos secretos, fórmulas magistrales y recetas cervantinas

Actualizado: 15/09/2017

Fotografía: Alfredo Cáliz

En estas históricas boticas madrileñas es fácil imaginarse cómo hace siglos despachaban medicinas a clientes como Cervantes o la Reina Isabel de Farnesio. Algunas conservan los mostradores de la época, las cajas registradoras y numerosos utensilios con los que se prepararan las fórmulas magistrales, ingredientes incluidos.

Farmacia Reina Madre

Si hay una farmacia emblemática en Madrid esa es la Reina Madre de la calle Mayor. Situada entre la Plaza de la Villa y el Mercado de San Miguel, en el mismo edificio donde nació y vivió Calderón de la Barca, esta pequeña botica puede presumir de ser el primer comercio que se abrió en Madrid. Apenas puede verse su fachada entre los grupos de turistas que se agolpan frente a ella para observarla. Más de uno se asoma a su interior.

Farmacia Reina Madre
Situada en la calle Mayor, esta farmacia fue el primer comercio de Madrid.

Allí esta Míriam López, la farmaceútica que lleva atendiendo aquí desde hace 13 años. "La alquimia original abrió sus puertas en 1578, en la calle Sacramento, y fue la farmacia de referencia de Felipe V, rey que cedió el escudo real a la botica", cuenta la joven. En 1914, la farmacia se trasladó pieza por pieza a su actual ubicación. Todo lo que se ve es original, desde el suelo a los techos, el mostrador de caoba labrada con relieves y la inscripción de Reina Madre y los azulejos de las paredes hechos por el ceramista Ruíz de Luina.

Farmacia Reina Madre
El mostrador de caoba con la inscripción Reina Madre.

"Su clienta más habitual era la Reina Isabel de Farnasio, segunda mujer del rey, quien acudía a esta farmacia por miedo a que en su propio palacio pudieran envenenarla", explica Míriam. Y lo hacía por un túnel subterráneo que comunicaba con el Palacio Real y por el que también se solían mover políticos y escritores de la época". Del pasadizo aún se conservan los primeros metros y la trampilla de acceso.

Farmacia Reina Madre
Todos los botes son de cerámica de Talavera.

De los tiempos de Felipe V son los botes de porcelana de Talavera que se exhiben en las estanterías, junto a otra colección de 1700 perteneciente a los Jesuitas. "En todos ellos aún se mantienen las 'drogas' que se usaban para hacer las fórmulas, además de comprimidos y todo tipo de cápsulas", cuenta Míriam. De todos ellos, el más famoso es el extracto de polvo de momia que se utilizaba en la cura de gangrena. Busca bien, se guarda en el bote con el escudo más pequeño.

Farmacia Reina Madre
Detalle de las cajoneras de la botica.

El resto de reliquias se encuentran guardadas en el almacén: desde una caja registradora de 1900 a varias recetas con fórmulas magistrales y otras de clientes tan ilustres como Miguel de Cervantes. Desde abril, José Daniel Jiménez es el nuevo titular de la Farmacia. Se la compró a Mercedes Ramos, quién heredó de sus tías la farmacia, y estas de su abuelo, José Cid Guerrero quién compró en 1931 el negocio. El nuevo propietario tiene en mente una reforma en la que respetará todo el legado histórico de la botica. ¿Expondrá todas sus reliquias al público? "Eso es un secreto", nos cuenta.

Farmacia Deleuze Isasi

Entrar en esta botica es como hacer un pequeño viaje a la época de Carlos IV. Parece un museo con sus techos de pinturas, sus cordobanes dibujados sobre piel de cabra, sus hornacinas de madera y pan de oro o sus estantes llenos de botes de porcelana, albarelos y morteros de alabastro que ahora comparten espacio con cajas de juanolas, valerianas y cremas de manos.

Farmacia Deleuze Isasi
Las hornacinas de madera y pan de oro comparten espacio con medicamentos actuales.

Aunque en su fachada aparece el año 1834, lo cierto es que los primeros papeles que hablan de la existencia de esta botica son de medio siglo antes, de 1780 (así lo señala una placa en el suelo de la entrada). "Todo lo que se ve es de finales del siglo XVIII. Todo excepto la gran lámpara del techo, que lleva aquí unos 70 años", cuenta Isabel García, la farmacéutica.

Farmacia Deleuze Isasi
Una antigua foto recuerda la caja registradora que se usaba en la farmacia.

"La trajeron de Sevilla y fue un trueque hecho a cambio de la caja registradora y un enorme jarrón", cuenta, mientras señala en la pared una foto enmarcada en blanco y negro que recuerda ambos objetos. "La lámpara original es de estilo inglés y la tenemos guardada en la rebotica. Es de gas y es tan antigua que no encontramos tres tulipas iguales que puedan servir", lamenta la boticaria.

Farmacia Deleuze Isasi
Los botes conservan aún los nombres de los antiguos doctores.

Dentro, una gran mesa de madera de 1780 preside el espacio. "Aquí se organizaban tertulias de médicos, científicos y políticos en torno a la restauración borbónica", cuenta Isabel. Era la época del doctor Chicote, uno de los boticarios más célebres que ocupó esta botica entre 1861 y 1881. Después pasó a ser propiedad de don Benedicto, famoso por la elaboración de la Triaca Magna, un antídoto que incluía entre sus ingredientes carne de serpiente. En 1928 pasó a manos del profesor Serra hasta que en 1947 se hizo cargo José Ramón Deleuze, actual propietario. No es coincidencia que su apellido coincida con el de Gilles Deleuze. Su abuelo, que no era farmacéutico sino ingeniero, era familia del filósofo francés.

Farmacia Deleuze Isasi
La rebotica, otra auténtica obra de arte.

Otras joyas que encontramos en esta histórica farmacia son los botecitos con los nombres grabados de los boticarios –muchos de ellos aún con los ingredientes en su interior–, un busto de Galeno y un jarrón de color azul con la imagen de Hipócrato. "Es una pieza única. El color del jarrón es algo muy llamativo en una época en la que las farmacias lucían siempre un verde penicilina", cuenta Jose Ramón, al tiempo que nos anima a ver La Verbena de la Paloma, de Manuel Ligero. "Parte de la película se rodó aquí", dice con una amplia sonrisa.

Farmacia Deleuze Isasi
Botes que aún conservan los ingredientes con los que se elaboraban las fórmulas.

Farmacia de la Calle León

Asentada sobre lo que antes eran los huertos del Monasterio de los Jerónimos, la Farmacia de la calle León es otro de esos lugares que ha sobrevivido al paso de los años. Los primeros papeles que hablan de su existencia se remontan a diciembre de 1700, fecha en la que falleció Pedro Serrano, el farmacéutico que lo regentaba entonces. "A su muerte se realizó un inventario y la tasación de todos los materiales que había en la botica", cuenta Pilar Antón Pachecho, actual propietaria. "Esto significa que la farmacia es incluso más antigua", puntualiza.

Farmacia de la calle León
El león que da nombre a la farmacia.

Pilar recuperó hace cinco años esta farmacia que "se estaba cayendo a trozos", recuerda, "fue todo un reto remontar el negocio". La farmaceútica nos enseña varios folios donde se recogen los nombres, apellidos e incluso alguna que otra foto en blanco y negro de los boticarios que han dejado su huella aquí. Entre ellos, el naturalista y profesor Matías Velasco y Baltasar (1829-1848), o el burgalés Germán Ortega y Mata (1868-1904), que obtuvo la medalla de oro en la Exposición Internacional de Higiene de 1898 por su trabajo en los preparados de peptona, cuya calidad hacía competencia a los importados de Francia para tratar enfermedades gastrointestinales.

Farmacia de la calle León
La caja registradora es de 1910.

Junto a Pilar atiende tras el mostrador Manuel López, todo un veterano que ha pasado más de 40 años en esta botica. Él es el que nos cuenta que la caja registradora que se expone entre botes de champús anticaída y dentífricos es una auténtica joya que hasta 1910 se utilizaba en el mismo mostrador de la botica. Aunque la mayoría de objetos antiguos se donaron al Museo de la Farmacia Hispánica, la farmacia aún conserva viejos anaqueles de madera rojiza y toques dorados de principios del siglo XX; o los botes de porcelana donde se guardaban los ingredientes para la elaboración de fórmulas.

Farmacia Deleuze Isasi
Medicamentos antiguos propios de un museo.

Y hay más: Pilar guarda una pequeña mesa donde expone medicamentos antiguos como Neo Salvarsan, unos viales de Bayer que se utilizaban para el tratamiento de la sífilis antes de la llegada de la penicilina o una caja de Kaolinase de J.Tío, para tratar dolencias digestivas. En la cueva del piso inferior, donde también se encuentra el pozo de la casa, Pilar almacena muchos otros objetos que bien podrían pertenecer a un museo.

Farmacia Saiz García

En la calle Alcalá, muy cerca de la Plaza de Manuel Becerra, se encuentra una farmacia cuya fachada de cristal pintado con polvo de oro no pasa desapercibida. Abierta en 1928, esta botica inspiró al director Antonio Mercero para recrear la mítica Farmacia de Guardia de los años 90, y aún hoy atrae a muchos curiosos y fans de la serie. "Yo nací en el piso de arriba", cuenta Antonio Saiz, que junto a su hija Berta despachan tras el mostrador a los clientes que llegan con las recetas. Antonio se quedó huérfano con 22 años, edad a la que tuvo que hacerse cargo de la botica de su padre.

Farmacia Saiz García
Antonio y Berta tras el mostrador.

De su progenitor aprendió el oficio. "Ayudaba a mi padre con el pildorero y a la elaboración de fórmulas", cuenta mientras saca de la rebotica un cocodrilo de hierro. "Pesa muchísimo", advierte. Con él, se ajustaban los corchos que servían para cerrar los pequeños botes de cristal que preparaban.

Farmacia Saiz García
El pildorero que utilizaban antiguamente lo guardan como un tesoro.

El pildorero es otra pequeña reliquia, al igual que varios morteros que se exponen sobre una de las entanterías del interior –el más antiguo de piedra– o la báscula de nivel de principios del siglo XX que hay junto a la entrada. "Aún funciona, aunque ya no utilizamos las monedas de cobre como antes", dice sonriendo.

Farmacia Saiz García
La Farmacia más televisiva.

"En la época de mi padre se hacían todo tiempo de fórmulas magistrales, supositorios, polvos, píldoras para todo. Preparábamos quinina para tratar la malaria", cuenta Antonio, recordando su trabajo en una farmacia militar en Guinea, allá por los años 70. En los botes de principios del siglo XX que decoran las estanterías de madera rojiza se leen ingredientes como simaruba, nuez de kola, carbonato plomo, mostaza blanca, raíz de cúrcuma, corteza de sauce, acido salitinico, alcohol de menta, caolín, y muchos otros. "Ya no se usa ninguno, solo están de decoración", aclara el boticario. Presidiendo la farmacia, dos jarrones de Hipócrates y Galeno, padres de la medicina.

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