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La estatua ecuestre de Francisco Pizarro en Trujillo, Cáceres.

Personajes históricos de la localidad cacereña

Trujillo y sus siete magníficos

Actualizado: 12/06/2019

Fotografía: Hugo Palotto

Cuando uno piensa en Trujillo rápidamente le viene a la cabeza Francisco Pizarro, conquistador de Perú, y no solo por la estatua ecuestre que se levanta orgullosa en la plaza Mayor de la localidad. La época de la conquista de América le dio a algunas ciudades extremeñas una grandeza que ha sobrevivido, de un modo u otro, a lo largo del tiempo. Sin embargo, hay otros nombres que también dan sentido a Trujillo.

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El descubrimiento del Nuevo Mundo ofreció una oportunidad única a los españoles para salir de la miseria y Extremadura fue una de las zonas que más aprovechó esta coyuntura. Aunque siempre han sido sus conquistadores los que andan de boca en boca –junto a Pizarro está el pacense Hernán Cortés–, también hubo otras figuras que aportan abolengo a Trujillo. Una visión diferente para documentarte para tu viaje a la localidad cacereña puede ser esta lista de nombres interesantes, más que la acumulación de datos históricos que casi siempre olvidamos nada más retomar la carretera de vuelta a casa. Aquí nuestra especial interpretación de los Siete Magníficos.

El seductor

Trujillo había apoyado a los Reyes Católicos en su lucha contra la Beltraneja y eso le había ocasionado no pocos beneficios. Las buenas familias de la villa gozaban ahora de posición y más riqueza. Dicen que en las fiestas de celebración del fin de este conflicto, bien avanzado el siglo XV, Gonzalo Pizarro, joven hidalgo –cuyo padre era el regidor de Trujillo– se encaprichó de una criada llamada Francisca González. Ella se quedó embarazada y sola, porque el galán salió corriendo, tuvo a su hijo en algún lugar de la villa. Nacía el primer descendiente, ilegítimo, de Gonzalo Pizarro: Francisco Pizarro González, el que luego conquistaría Perú.

Entrada del Museo de Pizarro, en Trujillo, Cáceres.
En el Museo Pizarro de Trujillo se cuenta el enrevesado árbol genealógico que dejó este hombre.

Gonzalo continuó con su afán mujeriego a lo largo de toda su vida. Se casó, eso sí, con su prima Isabel de Vargas, con la que tuvo a Hernando Pizarro, Inés Rodríguez de Aguilar y a Isabel de Vargas. Después, se suman otros a los que él mismo reconoció en su testamento, nacidos con dos vecinas de la localidad: Juan y Gonzalo Pizarro, Graciana y Catalina. Dadas sus dotes de seductor, alguno más se incluye, dependiendo del biógrafo, en la larga estirpe del patriarca de los Pizarro. En cualquier caso, legítimos o ilegítimos, no fue un problema para los hermanos: los varones estuvieron unidos, de una u otra forma, en las aventuras del hijo mayor en las Américas.

El aventurero

En la época en la que un Nuevo Mundo abrió infinitas posibilidades, muchos trotamundos salieron de Extremadura en busca de posición social y riquezas. En Trujillo destaca por encima de todos la figura de Francisco Pizarro. Estaba en la expedición de Núñez de Balboa cuando descubrieron el Pacífico, derrotó al imperio inca y lo sometió a la corona española. Pero fue más allá, para afianzar la paz con los pueblos originarios se casó con una de las princesas indígenas, hermana de sus enemigos, con la que tuvo dos hijos para empezar a dar ejemplo de lo que debería ser una tierra mestiza. Sin embargo, no sobrevivió a las intrigas de poder de sus propios aliados españoles y fue asesinado en su palacio de Lima con poco más de 60 años.

Estatua de Francisco Pizarro.
Francisco Pizarro se fue al Nuevo Mundo en busca de aventuras y riqueza.

Como Pizarro continúa siendo el personaje trujillano más famoso asociado a las Américas, muchas veces se olvida a unos de sus parientes: Francisco de Orellana. También nacido en Trujillo, este otro explorador fue el primer europeo en llegar hasta la selva amazónica y recorrer el río más caudaloso del planeta: el Amazonas. Su hazaña fue impresionante, tanto que de él se ha llegado a decir que es "el más desconocido de los héroes".

La protectora

Una figura femenina, aunque no sea de carne y hueso, encabezaría para los trujillanos esta lista. Su virgen y patrona, a la que guardan devoción y rinden culto en lo más alto de la ciudad, en el castillo, donde construyeron su capilla. Su imagen gira en su atalaya para divisar la villa desde lo alto, y vuelve a hacerlo para que se la pueda admirar desde su camarín.

La virgen y patrona de Trujillo: Nuestra Señora de la Victoria
La virgen de los trujillanos cuida de la villa desde lo alto del castillo.

La historia, según cuenta Javier Godoy, guía turístico, es la siguiente: "El Ayuntamiento ordenó cincelar la patrona de Trujillo, Nuestra Señora de la Victoria, en memoria de la aparición de un gran resplandor milagroso el mismo día de la propia Reconquista, el 25 de enero 1232, y eso había quedado en la mente de los trujillanos". Por esta razón, se encuentra ubicada entre las dos torres más importantes del castillo. "Esta imagen está aquí todo el año excepto 11 días en los que se traslada a la iglesia de San Martín donde se le rinde culto durante las fiestas populares más importantes, que son en septiembre".

El forzudo

El Sansón extremeño nació en Trujillo en 1466 y se llamaba Diego García de Paredes. El soldado no fue solo conocido en Extremadura, su fama se extendió por España debido a sus dotes con las armas y su fuerza extrema. Una especie de Hércules que además tuvo una vida de novela durante sus 68 años de existencia. Pasó de cubrirle las espaldas a un Papa a luchar a las órdenes de los Reyes Católicos, vencía en combates de honor y tuvo una época en la que incluso se hizo pirata. Digno de una película, pero mientras esperamos a que salga, en Trujillo se le recuerda con una placa junto a otros nombres importantes.

Placa en honor al Sansón de Extremadura, Diego García de Paredes.
En la villa es muy recordado, pese al paso del tiempo, el conocido como el Hércules de Extremadura.

El simpático

Este personaje, Ramón Núñez Martín, no es trujillano, aunque sí hijo adoptivo de la localidad. "¡Aquí con decir Don Ramón es suficiente! Dejó una raya imborrable en la ciudad", explica Javier. Llegó al municipio en 1960 como párroco de la Iglesia de San Martín y revolucionó el estilo parroquial haciéndose amigo de los jóvenes, atendiendo las necesidades de los mayores y escuchando por igual a creyentes y a descreídos. Abrió un pequeño centro, con tasca incluida, donde se reunían no solo para hablar de religión, también para relajarse, jugar y confraternizar los unos con los otros.

Escultura en la Plaza Mayor del párroco Ramón Núñez Martín.
Don Ramón, como se le recuerda aquí, dejó una importante huella en sus vecinos.

El cura más querido de la ciudad murió en 2006, con 92 años de edad. Muchos recuerdan aún anécdotas protagonizadas por este hombre que daba charlas con su sotana negra y vieja incluso en la plaza Mayor, rodeado de paisanos. Su fama le ha valido una estatua cerca de la parroquia que regentó para que los trujillanos puedan "recordarlo felizmente", según dice Javier.

El anónimo

Hay un personaje que merece una especial atención, más que por él, por el lugar en el que vivía: el sacristán de la Iglesia de Santiago. Obviamente hubo varios, de ahí lo de anónimo. En esta iglesia, donde por cierto está enterrada la nieta de El forzudo, se puede ver una importante talla del Cristo de las Aguas y, de paso, la torre del edificio eclesiástico. Pero, "lo más curioso es que justo encima de la antigua sacristía se encuentra la antigua casa del sacristán. No es caso único, pero se han visto muy pocos. El sacristán podía hacer atención inmediata de la parroquia", según explica Javier Godoy.

Hogar del sacristán de la Iglesia de Santiago.
Los sacristanes de la Iglesia de Santiago vivían encima del sacristía, algo bastante inusual.

Un turista que intenta subir por las estrechas escaleras que conducen a la humilde morada coincide con la opinión que se han guardado otros: el sacristán muy gordo no podía estar. Interesante ver la cama, la chimenea y algún mueble más en la pequeña habitación, que se mantiene como un claro ejemplo de la fuerte trayectoria eclesiástica de la villa.

El extranjero

El símbolo más conocido de la ciudad, su imagen ecuestre, fue regalada por un escultor estadounidense: Charles Cary Rumsey. Gran hispanista, "cuando se enteró de que no había estatua de Francisco Pizarro en Trujillo decidió hacer una para sus habitantes", asegura Javier. Sin embargo, en pleno proceso, después de hacer el molde, Charles falleció. La viuda, Mary Harriman Rumsey, continuó con la labor y se encargó de rematar la estatua en bronce en París a finales de 1927.

Estatua ecuestre de de Francisco Pizarro en la Plaza Mayor.
Charles Cary Rumsey hizo la estatua de Pizarro y se la regaló a la ciudad.

El presente no se inauguró hasta el 2 de julio de 1929, cuando las obras en la plaza –que llevaron a la construcción de la enorme escalinata– terminaron y se pudo colocar la estatua ecuestre, que con sus 6.500 kilos vigila la ciudad. Hay dos réplicas más del famoso conquistador en bronce: en Lima (Perú), ciudad donde está enterrado, y en Buffalo (Estados Unidos), lugar de nacimiento del artista.

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