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Quesucos de Liébana

Naturaleza grandiosa

Actualizado: 13/10/2015

El valle de Liébana se abre a los Picos de Europa a través del impresionante desfiladero de La Hermida. Esta región, rodeada de montañas, conserva intacta su esencia ancestral y el sabor de su gastronomía con los quesucos artesanales más codiciados. Villas medievales, monasterios encaramados en peñascos y miradores naturales completan esta ruta por la Cantabria del orujo, las calles empedradas y las cimas en las que es casi posible tocar el cielo con la punta de los dedos.
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La ruta

Iniciamos la ruta por la comarca de Liébana en San Vicente de la Barquera, a la que llegamos por la carretera que viene desde el Parque Natural de Oyambre. Este espacio natural, integrado por rías, acantilados, dunas y bosques de gran valor ecológico, brinda una imagen que se grabará en nuestra memoria para siempre. En lo más alto de San Vicente de la Barquera se alzan el castillo y la iglesia de Santa María de los Ángeles, síntesis de cruce de caminos de las rutas Jacobea y Lebaniega, de mar y de montaña. Su patrimonio monumental, fruto de ese pasado y que arranca en tiempos de Roma, ha sido merecedor de ser declarado Conjunto Histórico-Artístico.

Saliendo en dirección oeste de Cantabria, vamos hacia la puerta del valle de Liébana. Antes de llegar a Unquera nos desviamos hacia Pechón: uno de los lugares más espectaculares y únicos de la cornisa cantábrica. En él ascendemos a una elevada península enmarcada entre las rías Tina Menor, desembocadura del río Nansa, y Tina Mayor, por la que el río Deva alcanza el mar. La visión desde allí es impresionante: aguas verdes, calas de arena blanca y mar abierto que se calma a medida que se encuentra con el agua dulce.

Bordeando la carretera, nos espera Tina Mayor, el estuario que da paso al valle de Liébana. A continuación, la ruta pasa del mar a la montaña, con vistas a los sobrecogedores Picos de Europa. Desde Unquera nuestro itinerario parte hacia Panes, en Asturias, y regresa a Cantabria a través del imponente y pedregoso desfiladero de La Hermida. Lo recorremos junto al curso del río Deva, encajonado en un estrecho margen de roca caliza con paredes verticales. De esta garganta, Benito Pérez Galdós dejó escrito: “Llaman a esto garganta; debiera llamársele el esófago de La Hermida, porque al pasarlo se siente uno tragado por la tierra”.

Campos verdes de Cantabria frente a los Picos de Europa nevados.
Campos verdes de Cantabria frente a los Picos de Europa nevados.

En medio del desfiladero nos detendremos en Urdón para continuar a pie por una cañada que asciende por las montañas hasta Tresviso, el pueblo más alto de Cantabria y cuna de uno de los quesos más emblemáticos de la región. Si hacemos a pie este tramo del camino significará dedicarle el día completo, pero las vistas merecen la pena. Durante mucho tiempo, este sendero era la única forma de comunicarse con Potes y en invierno los lugareños bajaban con sus burros cargados de productos para comerciar en la capital de la comarca. Tresviso es famoso por su queso picón. Elaborado artesanalmente, se cura en cuevas y compite con el de Cabrales.

Dejando a un lado la excursión a Tresviso, proseguimos hacia La Hermida, donde hay un gran balneario de aguas termales, recientemente rehabilitado. Ya a punto de salir del desfiladero, aparece en la carretera la bella estampa de Santa María de Lebeña, joya arquitectónica de Cantabria y uno de los monumentos representativos del arte mozárabe en España. Data del siglo X y fue mandado construir por los condes de Liébana, Alfonso y Justa, en el 925. El arco de herradura de estilo mozárabe, el pilar compuesto románico, sus tres naves y el trabajo de los capiteles le han hecho merecedora del título de Monumento Nacional.

El valle de Liébana, rodeado de montañas, tiene una sorprendente variedad climática, alternando un microclima mediterráneo con temperaturas extremas

Una vez salimos del desfiladero, entramos en el valle de Liébana, rodeado de montañas que en algunos casos sobrepasan los 2.500 metros de altitud. La comarca tiene una sorprendente variedad climática, alternando un microclima mediterráneo –el viñedo y los cerezos son dos de sus principales cultivos– con temperaturas extremas. Las altas cumbres marcan su situación geográfica y encierran un círculo de unos 35 kilómetros de diámetro: una reserva natural donde conviven el oso, el corzo, el águila imperial y el urogallo con especies arbóreas autóctonas, como las encinas, tejos, robles, alcornoques y hayas.

Junto a la carretera encontramos, a la izquierda, Tama. Esta es la primera localidad que veremos al salir del desfiladero y en ella haremos un descanso para visitar su moderno Centro de Recepción de Visitantes del Parque Nacional de los Picos de Europa. Si tenemos en mente realizar alguna de las rutas de senderismo, es interesante entrar, pues da una idea muy exacta del mayor espacio natural protegido en España.

Llegamos a Potes, capital del valle, donde hay muy buenos restaurantes que ofrecen contundente gastronomía. Aquí se agolpan los comercios con productos artesanos y la localidad ofrece una intensa y alegre vida social y cultural, fiestas y ferias. Punto de confluencia de los ríos Deva y Quiviesa, es el cruce de dos valles. Declarado Monumento Histórico-Artístico en 1983, conserva algunos edificios medievales, como las bellas torres del Infantado y de Orejón.

A sólo tres kilómetros de Potes, hay un desvío a la izquierda para subir al monasterio de Santo Toribio de Liébana, uno de los cuatro lugares santos de todo el mundo en los que se puede ganar el Jubileo, junto con Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela. Si tenemos y estamos en buena forma, es muy agradable ascender a pie. No es una distancia larga y cualquiera puede meterse durante unos kilómetros en la piel de un peregrino. En el monasterio vivió y murió el beato de Liébana, célebre por sus ‘Comentarios del Apocalipsis’ y considerado uno de los personajes más importantes de su tiempo. En el interior se encuentra la capilla del Lignum Crucis y allí, la reliquia del mismo nombre: el mayor fragmento de la cruz de Cristo que se conserva en el mundo. Hasta aquí vienen cada año miles de peregrinos de todo el mundo, cifra que se ve aumentada en Año Santo, cuando los peregrinos se acercan para pasar por la puerta del Perdón a redimir sus pecados. En el siglo XVI, el papa Julio II estableció el Jubileo los años en los que el día de Santo Toribio de Liébana cae en domingo.

Fachada principal del Monasterio de Santo Toribio de Liébana.
Fachada principal del Monasterio de Santo Toribio de Liébana.

Para seguir la ruta, debemos volver a la carretera que lleva a Fuente Dé, siempre a través del curso del río Deva, situado a los pies de un majestuoso macizo de gigantescas rocas. Desde hace 40 años, este lugar es uno de los puntos turísticos más concurridos de Cantabria gracias a su teleférico, que asciende hasta el mirador del Cable, uno de los más espectaculares de la cornisa cantábrica (1.850 metros). En tres minutos y 40 segundos, el teleférico salva un desnivel de 753 metros. Una vez arriba, podemos recorrer el Macizo Oriental (para los muy interesados en la alta montaña) o pasear por las llanuras de Áliva, tomar un café y bajar. En muchas ocasiones se asciende por encima de las nubes y la vista es sencillamente espectacular. Fuente Dé es también punto de partida de varias rutas de senderismo que llevan hacia los Picos de Europa. De regreso de la visita a uno de los valles más aislados y bellos, en La Hermida nos desviamos en dirección a Puentenansa. El camino es ascendente por una sinuosa carretera que nos lleva a los prados de alta montaña, donde pastan las vacas tudancas, la raza autóctona de Cantabria.

El teleférico de Fuente Dé, entre brumas.
El teleférico de Fuente Dé, entre brumas.

Desde Puentenansa continuamos por la Collada de Carmona hasta llegar a Sopeña, en el corazón del valle del Saja. En este camino, Carmona es una parada obligada. Su arquitectura típica montañesa, sus casas solariegas y su Parador la convierten en uno de los lugares de Cantabria que mejor conserva su carácter y autenticidad. De Sopeña regresamos hacia la costa en dirección a Cabezón de la Sal. Detrás quedan las nieblas, el bosque y la fina lluvia que suelen envolver este valle, el del Saja, reserva natural. Parece un recorrido muy largo pero todo él, salvo el ascenso a Tresviso y el camino a pie a Santo Toribio, se puede hacer perfectamente en un día. De todos modos, siempre se puede volver a descubrir Liébana.

El sabor

El impresionante valle de Liébana es productor de una gran variedad de quesos de alta calidad: el queso Picón Bejes-Tresviso y los quesucos de Liébana. Los quesucos son grasos y, como ocurre con el resto de variedades, aportan proteínas de alta calidad y nutrientes como retinol, calcio, fósforo, potasio y sodio. Pueden ser ahumados o sin ahumar, pero siempre tienen forma cilíndrica o discoidal y su exterior es rugoso. En el paladar son grasos, de pasta firme y compacta, blandos, suaves, tiernos y semidulces. Al ser de producción totalmente artesanal, cada uno tiene su personalidad propia y su forma es ligeramente irregular. Para descubrir todos los tipos de quesuco, haz click aquí.

Más información

Productos de la zona

Además de los quesucos, son muy lebaniegos el orujo, los garbanzos, los embutidos de cerdo, jabalí o venado, los frutos secos de la zona, especialmente las nueces lebaniegas, las cerezas, la miel, el vino dulce, las sidras y las mermeladas. En Unquera son famosísimas las Corbatas, un dulce de hojaldre con forma de pajarita recubierto por un baño de azúcar con almendras.

Qué comprar

El mejor recuerdo del valle de Liébana son las alquitaras, aparato que se utiliza para la elaboración artesanal de orujo. Disponibles en todos los tamaños, tradicionalmente están hechas de cobre porque conducen bien el calor y resisten los ácidos derivados del alcohol. Además, se encuentran tallas de madera, cerámica popular, cestería, albarcas de madera y bastones para hacer senderismo.

Fiestas

El Descenso Internacional del río Deva en piraguas, a finales de agosto, coincide con la festividad de los Santos Mártires en el pueblo de Unquera. Las Fiestas de la Cruz se celebran en Potes en torno al 14 de septiembre y el segundo fin de semana de noviembre tiene lugar la Fiesta del Orujo, en la que miles de personas reviven cada año la centenaria tradición de la destilación de este aguardiente.

Tesoro oculto

Declarada de interés turístico, la Gran Feria de Ganado se celebra el 1 de noviembre en Potes y en ella se dan cita un gran número de tratantes y visitantes. Allí se muestran los mejores ejemplares de las razas autóctonas de Cantabria y Asturias. Paralelamente, tiene lugar una feria de gastronomía en la que se pueden adquirir los productos típicos de los valles lebaniegos.

Alojamientos

Situado en el casco urbano, el Hotel Villa de San Vicente ofrece tranquilidad y vistas al embarcadero y la ría, al castillo medieval, o un poco más hacia la lejanía, a la gran muralla natural de los Picos de Europa. El Palacio de Caranceja, en Cabezón de la Sal, es un acogedor hotel con encanto que se levanta en un antiguo palacio rehabilitado del siglo XVII.Ç