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Vistas de la Laguna Negra en invierno

Excursión a Laguna Negra y Circos Glaciares de Urbión

Una laguna de leyendas bajo la nieve

Actualizado: 21/01/2017

¿Qué tendrán las tierras sorianas para que sobre ellas existan tantas fabulaciones? ¿Qué misterio envuelve a su naturaleza para ser caldo de cultivo de tenebrosas historias? Tal vez Antonio Machado tuviera la respuesta, que por algo eligió estos bellos parajes para romancear la tragedia de Alvargonzález.

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"Agua pura y silenciosa que copia cosas eternas; agua impasible que guarda en su seno las estrellas". Aquí, en este pequeño lago cobijado entre farallones de granito y pinos centenarios, ambientó Machado un escalofriante relato sobre la codicia, una leyenda de pasión familiar, un rastro de sangre envuelto en ecos fantasmagóricos. Se trata de La Tierra de Alvargonzález, el romance con el que el cantor por excelencia de Soria retrataba uno de sus rincones más bellos.

La Laguna Negra, como el resto de la provincia, está envuelta en un halo de misterio. Será porque su visión sobrecoge en medio de un decorado teatral encajado a casi 2.000 metros de altura, en plena sierra de los Picos de Urbión. O porque los buitres que sobrevuelan los cortados para, de pronto, desplomarse en las aguas, encuentran en el espejo la barrera de su imagen deforme. El caso es que, mucho antes del poeta, ya pesaban las leyendas sobre este paraje considerado uno de los más impactantes de la geografía española.

La laguna está encajada en un paisaje a 2.000 metros de altura. Foto: shutterstock.
La laguna está encajada en un paisaje a 2.000 metros de altura. Foto: shutterstock.

El monstruo de las profundidades

Leyendas tales como que la laguna carece de fondo y que está comunicada con el mar a través de una serie de cuevas y corrientes subterráneas. O que en sus profundidades habita una suerte de monstruo que devora a cuantos se sumergen en ella. Historias, al fin y al cabo, que forman parte de un imaginario con pocos visos de ciencia. Porque, sin ánimo de desmontar mitos, conviene remarcar que la popular travesía a nado que se celebra todos los veranos (el primer fin de semana de agosto) nunca ha contemplado bajas. Y ni siquiera el nombre del lugar le hace, por así decirlo, una justicia absoluta: sus aguas no llegan a ser negras sino de un profundo azul oscuro que, según recibe la luz, puede sugerir la imagen de un cuerpo sólido, o incluso afinando menos, la de un mar levemente encrespado.

Fábulas aparte, la Laguna Negra es, en realidad, un recuerdo del periodo glaciar del Cuaternario, que forma parte del Parque Natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares del Urbión, emplazado a caballo de los municipios de Vinuesa y Covaleda. Y es también una de las excursiones más indicadas para hacer en familia, ya que su ascenso, pese a un suave desnivel, resulta de lo más sencillo: aproximadamente dos kilómetros desde que el vehículo se deja estacionado en el aparcamiento del Paso de la Serrá para subir a pie el resto del trayecto.

La niebla le otorga al lago aún más misterio. Foto: shutterstock.
La niebla le otorga al lago aún más misterio. Foto: shutterstock.

Una fauna prodigiosa

En invierno, con el campo cubierto por un manto de nieve y el paisaje rebosante de hielos y carámbanos, la caminata ofrece su mejor estampa. Antes conviene visitar la Casa de Parque, situada a tres kilómetros de Vinuesa, en la carretera de acceso a la Laguna Negra. Es allí donde habrá que planificar la ruta con precisión, sopesando las inclemencias del clima. Que para eso este centro cuenta con medios muy avanzados (como un vuelo virtual en tres dimensiones), así como con una exposición dedicada a los valores naturales.

Hecho esto, ya todo será avanzar entre bosques de hayas, álamos y chopos, donde se esconden zorros, comadrejas, corzos y jabalíes. Y donde rapaces como el águila real, el águila culebrera o el halcón peregrino se codean con especies raras como el piquituerto o el carbonero palustre. Y es que la alternancia de ambientes boscosos con zonas montañosas convierte este parque en un referente de la avifauna y un edén para amantes del birdwatching.

El ascenso a la Laguna es fácil para ir con la familia entera. Foto: shutterstock.
El ascenso a la Laguna es fácil para ir con la familia entera. Foto: shutterstock.

De pronto, el enigma

En el recorrido todo está perfectamente señalizado, convenientemente explicado, preparando la vista para lo que se encuentra al llegar al final en apenas un par de horas. Es entonces cuando aparece la Laguna Negra con su aspecto tétrico y oscuro. Y cuando aflora ese sentimiento irracional de hallarse profanando un secreto. Es el respeto a su majestuosa soledad incluso cuando se halla atestado, a su silencio virgen, a su sensación de invierno perpetuo incluso cuando no es invierno y las cascadas se vierten por encima de las rocas y el horizonte luce un verdor rabioso.

Hay que tomarse unos minutos para contemplar la vista del charco. Y después hay que bordearlo en un sendero igual de agradecido, a través de una pasarela de madera que sigue todo su perímetro con algunos miradores fantásticos. Aquí la panorámica cambia de forma radical hasta, tras unas pocas revueltas, tornarse casi tan aérea como la de las propias aves.

Parada de autobús dentro del Parque Natural, cerca de Vinuesa. Foto: shutterstock.
Parada de autobús dentro del Parque Natural, cerca de Vinuesa. Foto: shutterstock.

Atractivos extras

Puede que aún queden ganas de empacharse de naturaleza y para ello existe una red de senderos encabezados por el GR-86 (el sendero ibérico soriano), como el que conduce hasta el pico de Urbión en busca de las fuentes del Duero, o el que desciende hacia otras lagunas como la Larga, la Helada y la del Hornillo. O puede que lo que apetezca sea una dosis de cultura, para lo que conviene acercarse a las ruinas de Numancia, la localidad celtíbera que prefirió incendiar su pueblo antes de entregarse a los romanos. Pero nada será igual que la Laguna Negra bajo la nieve con sus voces, poemas y misterios.

Las ruinas de Numancia. Foto: shutterstock.
Las ruinas de Numancia. Foto: shutterstock.

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