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"La naturaleza ha recogido la presa y el pantano como parte suya", afirma rotundo Miguel Delgado, alcalde de Castellet i la Gornal, uno de los tres municipios que integran el Parque Natural del Foix. Las obras de este embalse, de 66 hectáreas, arrancaron en 1901, "justo en la época del desarrollismo de esta zona del interior, con la llegada del teléfono, la luz y la carretera". Fue una iniciativa de la comunidad de regantes, tras la enorme crisis que provocó la filoxera en estas tierras de viñedos a finales del siglo XIX, en un intento de sustituir los cultivos de secano por los de regadío. Hasta 1928 no se inauguró la presa, aunque los trabajos continuaron unos cuantos años más.
Y lo que fue concebido como una obra hidráulica, de uso agrícola y depuración de aguas urbanas, el paso del tiempo ha convertido en un espacio de naturaleza viva que atrae cada fin de semana a muchos vecinos de la costa catalana y de la Ciudad Condal, que se encuentra a una hora escasa de distancia por la carretera C-32. "Las sinuosas curvas de la BV 2115, que circunvala el pantano, son también un reclamo para ciclistas y motoristas casi a diario", comenta el alcalde ante los numerosos vehículos de dos ruedas que hay estacionados frente a la terraza del restaurante 'El Barretet', en la entrada del pueblo.
En el pantano, de tonalidades verdes, no está permitido el baño ni las actividades deportivas, pero sí ejerce de patrón y referente para las diferentes rutas senderistas que pueden hacerse en compañía de la familia o amigos. Las hay cortas, de poco más de 4 kilómetros y con un desnivel fácil de 400 metros; y otras más largas, de 12 kilómetros, que rodean todo el embalse. El bosque de pinos, alisos, fresnos, chopos y sauces, y la vegetación de ribera de cañizos, arrayanes, zarzaparrillas y palmitos nos acompañarán junto a una sinfonía de grillos, chicharras y pájaros en cualquiera de las alternativas elegidas.
Nuestra propuesta de recorrido arranca en un pequeño camino de tierra que sale en el km 5 de la carretera BV-2116 (justo después de una curva en dirección salida del pueblo). El trecho de calzada nos conducirá hasta la Font d' Horta, "donde veníamos a pasar jornadas de pícnic, incluso acampadas, muchas familias hace unos años", rememora una de las vecinas que trabaja en el pueblo. Ahora, los tres caños de agua, el canal y el pequeño lavadero están secos y llenos de broza, pero el rincón sigue siendo un espacio fresco y sombrío para descansar. Continuamos hasta Cal Bladet, una antigua masía con paredes altas, para protegerse de los bandoleros, y que es de las pocas viviendas que siguen en pie dentro del Parque.
Al borde del embalse hay dos observatorios de aves -las llaves del más cercano al casco urbano, y con accesibilidad para personas con movilidad reducida, se pueden solicitar en la Oficina de Turismo de Castellet i la Gornal-. En este entorno se han llegado a catalogar más de 200 especies de aves. Todo el año están presentes garzas reales y blancas, patos, zampullines, aguiluchos, fochas o pollas de agua. A principios de septiembre comienzan a llegar las grandes migraciones de cormoranes, milanos, garcillas, bueyeras... y se dejan ver, en sus cortas paradas de descanso, las cigüeñas negras, los andarríos grandes o las águilas pescadoras.
Desde Cal Bladet, el camino se transforma en una pista forestal desde la que tenemos una estupenda panorámica del skyline del pantano y el pueblo coronado por su castillo. Y si hay suerte, y el día está muy despejado, incluso se observa la silueta escarpada del macizo de Montserrat al fondo. Los excursionistas que estén más en forma pueden continuar unos kilómetros más hasta encontrarse con la presa, inaugurada en 1928, y regresar al pueblo por la carretera BV-2115, en un tramo sin muchas pendientes. Es recomendable asomarse a la Escola de Natura Cuabarrada (la cuabarrada es el águila perdicera), donde los más pequeños disponen de un parque de aventuras y talleres de educación medioambiental, "y que en un futuro queremos adaptar para que sea accesible para todos los visitantes, donde las familias puedan pasar una agradable jornada campestre", prevé Miguel Delgado.
Un pueblo con vecinos modelos
El pueblo de Castellet i la Gornal ha logrado conservar cierto aire medieval, con su castillo del siglo X coronándolo, en medio de un desarrollo urbanístico e industrial muy potente. "Y eso que estamos ubicados en el centro geométrico y equidistante del triángulo que conforman las tres capitales comarcales: Vilanova i la Geltrú (El Garraf), Vilafranca del Penedés (Alto Penedés) y El Vendrell (Bajo Penedés)", apunta su alcalde. La orografía y la dificultad de las comunicaciones durante siglos entre la costa y el interior de la provincia también evitó que esta localidad perdiera su singularidad. Cada año se celebra aquí la fira medieval, donde se recuperan oficios antiguos por parte de los propios paisanos y en las calles se mezclan los trovadores con los mercaderes de artesanías, telas y viandas.
En el parking municipal de la entrada nos da la bienvenida un grupo de hombres picando la cantera. Hay que acercarse para comprobar que es una recreación del artista conquense Luis Zafrilla, que quiso rendir homenaje a estos trabajadores de otra época con una de sus esculturas-pinturas realistas elaboradas sobre acero corten y pintadas en 3D. Alrededor del pueblo nos iremos encontrado con estas obras, desde el trabajo de los mulos porteadores de leña para el horno de pan, unas mujeres con sus hijos charlando en la entrada de la panadería, el cura acompañado del monaguillo, o una Penélope que en vez de otear el Mediterráneo, busca a Ulises entre las aguas del Pantano de Foix. En su pueblo natal, en Valdemeca (Cuenca), Zafrilla también ha creado un pequeño museo al aire libre con la misma técnica, y como en aquel, para las esculturas de Castellet ha usado a vecinos actuales como modelos para los diferentes personajes.
El antiguo horno de pan, que montó la cooperativa vecinal La Castellense en plena Guerra Civil y que estuvo funcionando hasta los años 60 del siglo pasado, se ha recuperado recientemente. En el viejo horno de leña ya no se hornea el pan del día, pero la amasadora de los años treinta sirve ahora para exponer "productos de proximidad, ecológicos y con un trasfondo social en su labor", explica una de las empleadas de la tienda. Miel de las colmenas del Parque, los embutidos de la cooperativa Coporc, el gallo negro con IGP del Penedés de la Fundació Mas Albornà, las mermeladas y conservas vegetales 'es im-perfect' del Prat de Llobregat o el aceite de arbequina 'Torclum' que se cultiva en esta comarca son algunas sabrosas opciones para echar en la mochila de los recuerdos.
Ascendiendo por las calles adoquinadas, a escasos metros del Castell, bien merece una parada para contemplar una de las obras de Zafrilla en acero corten y tomar una de esas fotos con las que presumir, como hace el paisano Ángel con sus amigos de Barcelona ciudad: "No se creen que desde mi pueblo puedo ver Montserrat y La Giralda a la vez", confiesa entre risas. Esta última no es la de Sevilla, "que la vista no nos da para tanto", sino la que se eleva en la vecina localidad tarraconense de Arbós.
El castillo de Castellet es del siglo X. La razón de su construcción era porque este fue punto estratégico de relevancia durante la Edad Media, al marcar el límite entre los condados cristianos del norte y el Al-Ándalus musulmán. A lo largo de este tiempo, el edificio militar mutó en residencia noble (hasta 44 propietarios conocidos tuvo) y sufrió muchas transformaciones, ampliaciones y un largo periodo de decadencia.
"En la última gran restauración del edificio medio derruido, en los años 30 y 40 del siglo XX, su entonces dueño abrió el acceso de escalinata actual, construyó la plazoleta, tres salas modernistas en el interior "y trató de elevar la torre de homenaje para tener vistas al Mediterráneo, pero sin ningún éxito", recuerda el alcalde. En 2001 lo adquiere la Fundación Abertis, que ubicó aquí la sede de la Red de Reservas de la Biosfera del Mediterráneo de la UNESCO, todo un referente para el estudio de protección del ecosistema.
"El castillo guarda hoy por hoy una conexión entre el pasado histórico y el futuro del planeta", en palabras de la concejala de Turismo, Olga Piña. De aquí parte una ruta, de 7,5 kilómetros, que lo comunica con el vecino Castell de Penyafort. Ahora el edificio amurallado sigue siendo vigía, pero de los viñedos de xarel·lo, parellada, macabeo y moscatel que se extienden por toda la región, cuna del cava. Precisamente a las labores de la viticultura rinde su último homenaje Zafrilla en la obra situada a un costado de la iglesia de Sant Pere. En una banda de Möbius, con el estilo de la tradicional rajola catalana, el artista recrea un calendario con las diferentes tareas, desde la labranza, la poda, la vendimia o la elaboración del vino, sobre una estructura de acero y metacrilato en la que el espectador queda empatado por los detalles y las vistas que se contemplan a través de la policromía de los dibujos.
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