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La capital palmera es uno de esos lugares en los que historia, cultura y ocio se dan la mano a tan solo unos pasos. Recorrer sus principales arterias da una idea del desarrollo experimentado por Santa Cruz de La Palma gracias a su situación geográfica, una circunstancia que convirtió a su puerto en el más importante del imperio español en el siglo XVIII. Además de por este legado económico, la localidad presume de valor histórico por ser el primer ayuntamiento democrático de España, un dato aprendido nada más cruzar el umbral del edificio renacentista que acoge el Consistorio en la actualidad. También merece una visita la Real Sociedad Cosmológica, institución creada en 1881, que cuenta con una interesantísima biblioteca con la que comprender un territorio tan mágico como este.
En lo alto de la empinada ciudad destaca el barrio de San Sebastián, uno de los más apreciados por los turistas debido al olor a canela que desprenden las confiterías de la zona, endulzando el aire durante el agradable paseo. Como recomendación tras el obligado reconocimiento sobre el terreno de Santa Cruz de La Palma, no hay nada mejor que dejarse llevar por el placer y ponerse un bañador para acercarse a la acondicionada playa en la que se ha convertido la caleta del Varadero. Se trata de un arenal de unos quinientos metros de longitud y cien de ancho -con la marea alta- en los que disfrutar del sol palmero mientras la brisa atlántica acaricia la piel.
Como un vestigio del terciario surge, entre los municipios de San Andrés y Sauces, el manto verde que constituye el Bosque de Tilos, un ejemplo paradigmático de selva de laurisilva y el primer espacio de La Palma en ser declarado como Reserva de la Biosfera. Recorrer sus senderos plagados de -¿cómo no?- tilos, laureles, aceviños, madroños, fayas o brezos es una experiencia natural que muestra uno de los rincones menos conocidos y más ricos en biodiversidad de la isla. Merece la pena acercarse a su centro de interpretación, en el que desarrollan el valor ecológico de la zona de una forma amena y accesible.
Los múltiples barrancos y vaguadas tupidas de verde resulta el fondo perfecto para realizar una ruta fotográfica o un selfie rápido antes de dejarse encandilar por los sonidos del bosque. El murmullo de aves como las palomas turqué o rabiche endulza una caminata que se puede extender a gusto del senderista.
Siguiendo el perfil de la costa oriental hacia el sur hasta Puntallana, otro espacio verde y prehistórico acapara la atención de los amantes del trekking. Se trata del Cubo de la Galga, un rincón del Parque Natural de las Nieves afamado por la variedad de rutas que acoge. El que mayor volumen de senderistas acapara es el conocido como Sendero de la Galga, un recorrido autoguiado y adecuadamente señalizado en el que contemplar la riqueza natural que conserva La Palma. Sea este un otro el sendero escogido, lo cierto es que quien transita por estas sendas queda maravillado por la espesura de un bosque destila misticismo gracias a las habituales nieblas del entorno. Un paisaje de cuento en el que dejarse llevar por la introspección y disfrutar de una auténtica selva inalterada durante 20 millones de años.
En el caso del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, además de su entorno natural y las particularidades de su flora y fauna, el colorido más aclamado del espacio lo atesora el barranco de las Angustias. La razón es la pigmentación que ha ido dejando el salto de agua que rebosa el muro que antiguamente represaba el flujo hídrico. Rojo, amarillo, verde, gris e incluso el color negro comparten sitio en una de las cascadas más fotografriadas de España.
La erupción del volcán de Cumbre Vieja cambió la vida de muchos palmeros en 2022. Las coladas de lava y la ceniza escupidas desde el cono volcánico modificaron el paisaje, un entorno que, con el paso del tiempo, se ha habilitado para que quienes llegan a la isla puedan contemplar los estragos del fenómeno. Se trata de un sendero de dos kilómetros y medio, el cual se debe recorrer acompañado de un guía, que sube hasta Cumbre Vieja. La estampa impresiona a cada paso, con laderas ennegrecidas que muestran la desolación causada e hipnotizan con esa tétrica belleza. Una ruta especialmente recomendada no solo por la espectacularidad de las panorámicas, sino como vector en la recuperación de la normalidad de esta parte de La Palma.
La costa de Barlovento, ubicada en el noroeste de La Palma, es una muestra más de cómo el carácter volcánico de la isla ha moldeado su terreno. El municipio de San Andrés y Sauces destaca como cabeza de una comarca en la que mar y montaña son todo unos, siendo referencia acuática el Charco Azul, una serie de piscinas naturales en las que los vecinos disfrutan de las aguas del Atlántico.
Durante la estancia en la Isla Bonita no se puede dejar escapar la oportunidad de visitar una platanera. Son varios los ejemplos de estas fincas en las que sus dueños permiten adentrarse a los excursionistas, mostrando todos los detalles relacionados con el cultivo de este emblema gastronómico isleño y probando los ricos frutos. Para comprender más certeramente el valor de los plátanos en La Palma, la mejor opción es acudir al Museo del Plátano de Tazacorte, donde una antigua casa canaria atesora todo el conocimiento relacionado con este motor económico agrícola desde el 1402, año en el que unos navegantes portugueses trajeron por primera vez la fruta más insigne del archipiélago.
Tampoco se debe dejar de lado el acercamiento a otro producto, no tan popular, como la sal de las Salinas de Fuencaliente. Al contrario que el vergel que suponen los cultivos frutícolas de las plataneras, aquí se muestra un paisaje casi lunar en el que las mareas y el sol son los hacedores de este ingrediente universal.
El peculiar clima que caracteriza a La Palma ha convertido a la isla en destino predilecto para aquellos que practican el astroturismo. En este entorno es habitual que un manto de nubes se asiente entre los montes distribuidos por toda la geografía isleña, dejando un cielo totalmente despejado en las cumbres, que se descubren como miradores excelentes desde los que observar las estrellas. El Observatorio Roque de los Muchachos es su ejemplo paradigmático, aunque también hay otros muchos, como el mirador del Salto del Enamorado, desde los que se puede disfrutar de la mágica noche palmera.