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Este macizo calcáreo de casi 20.000 hectáreas de extensión no disfruta de tanta popularidad como otros parques de la zona, pero esconde un gran valor geológico, biológico e histórico. Además de un sinfín de yacimientos arqueológicos aún por estudiar, alberga la mayor altura de la provincia: el pico Mágina, con 2.165 metros de altura, que permanece cubierto de nieve prácticamente durante todo el año.
"El parque tiene además una particularidad: al ser piedra caliza tiene mucha sensibilidad al agua y la absorbe, generando manantiales, fuentes naturales y cuevas interiores. Hay clubes de espeleología que están descubriendo cada vez más", nos cuenta Jorge González Cano, presidente del Colectivo de Investigación de Sierra Mágina (CISMA).
Declarado Parque Natural en 1989, su flora varía según la altura, regalando paisajes muy distintos, aunque el que predomina es el del típico bosque mediterráneo, con la encina como protagonista, acompañada del chopo, el quejigo, el majuelo y el omnipresente olivo. "Su fauna y flora lo hacen un parque exclusivo. Hay especies en peligro de extinción, como la cabra montesa, y algunas típicas de esta zona: la cabra blanca y la oveja montesina", asegura Jorge. Además, el cielo está al mando de las águilas reales y perdiceras (cada vez menos visibles), los halcones peregrinos y los búhos reales.
La ruta que proponemos arranca en Torres, uno de los pueblitos de casas blancas y callejones sinuosos que se ubican en los límites del parque (aunque es prácticamente imposible identificar dónde se encuentran estos exactamente). Desde allí sale la carretera hacia el paraje de Fuenmayor, un recorrido de siete kilómetros repleto de cerezos que, en el inicio de la primavera regala una imagen única al inundar el clásico paisaje del olivar de pétalos blancos. En el camino van apareciendo diversos cortijos, algunos reconvertidos en alojamientos rurales y otros que aún funcionan como viviendas.
Al llegar, se descubre uno de los lugares más frescos del parque natural, gracias a los numerosos árboles que componen el paraje y su estanque, sobre el que se vierte el manantial de Fuenmayor, conformado a partir de las aguas subterráneas procedentes de la sierra. Por eso en época invernal no es raro ver la caída del agua completamente congelada.
El área recreativa es un auténtico remanso de paz, ideal para que familias con niños se sienten a disfrutar de un pícnic en los merenderos allí ubicados mientras esperan atentos por si consiguen ver alguna rana refrescándose a su lado. Los más activos pueden tomar a pie alguno de los senderos que parten del paraje, como el de 6,5 kilómetros que lleva hasta la zona de acampada de Hondacabras entre encinares, almendros, olivos, saltos de agua y arroyos.
La segunda parte de la excursión parte también desde Torres, pero en la otra dirección. La carretera de 10 kilómetros que lo une con Albanchez de Mágina proporciona algunas de las mejores instantáneas de todo el parque. Durante el trayecto, es recomendable pararse en los miradores habilitados para contemplar la mágica vista de Torres incrustado entre dos montes.
Más adelante, la ruta deleita con otro panorama fantástico: el del monte Aznaitín al fondo y el Carluco en medio. A su alrededor se hace notar la originalidad del relieve kárstico, en el que se entremezcla el paisaje natural con el de huerta, y las formaciones rocosas se alternan con las extensiones de olivar, lo que da lugar a una imagen única.
La Sierra Mágina fue tierra de nadie entre los siglos XIII y XV, cuando actuó como frontera natural entre los reinos de Granada y Castilla, debido a su ubicación entre dos valles. La huella de esa época está presente en todo el parque natural: en los nombres de montes y pueblos, en la arquitectura de estos últimos y, especialmente, en los cerca de cien pequeños torreones, castillos y fortalezas que lo plagan.
Uno de ellos es el de Albanchez, que se alza imponente sobre el risco de la sierra. De origen cristiano, aunque levantado sobre los restos de una construcción musulmana, domina el pueblo desde las alturas, dejando en evidencia la función de vigilancia que cumplía en épocas pasadas. Se puede contemplar desde sus pies o subir los casi 400 escalones que llevan hasta él para disfrutar de otras magníficas vistas del parque.
Comer o cenar en algún restaurante de la zona permitirá al viajero disfrutar de una gastronomía "muy valorada" gracias a su tan aplaudido aceite de oliva virgen, denominación de origen Sierra Mágina. Además, "está basada en los recursos de la zona", con la carne de caza y de ganado –cordero, choto y cerdo– y las verduras y hortalizas de temporada como protagonistas.
De esta forma se pone el broche final a una visita de apenas un día en un parque particular, que, en palabras de Jorge, "aunque es pequeño, tiene muchísimo para disfrutar y cuenta con una gran ventaja: está muy abierto y es fácilmente transitable para todo el mundo".