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Una prueba interesante y fiable para saber si alguien es viajero o turista es ver cómo reacciona en lugares remotos, sin aparentes distracciones, con poco o nada que comprar, uno o dos bares a lo sumo por los alrededores (de los que no ponen tapa), y la naturaleza y el silencio como únicos eventos.
Es Pla, la parte interior de la isla de Mallorca, es uno de esos sitios donde llevar a cabo este experimento, y el pueblo de Montuïri es tan pequeño que la gente se saluda cuando se cruzan, porque no es frecuente ver a personas por sus calles. Así, habrá quien empiece a ponerse nervioso y necesite un chute en vena de centro comercial y, por el contrario, existirán también los que empiecen, no solo a tolerar esta meditación activa, sino incluso a disfrutarla. Los que aprecien las diferentes tonalidades del verdor que los rodea, los que descansen su vista en el infinito o en el volar de los pájaros, los que dormiten bajo una higuera a la hora de la siesta y los que encuentren notas musicales en el sonido del chorro de agua de una fuente.
“Recuerdo que un cliente se quejó de la enorme calma que había y subrayó que le ponía muy nervioso, pero más que como una queja yo lo vi como un cumplido”, cuenta divertido Viktor Veres, house manager del hotel boutique rural ‘Es Figueral Nou’. “Un paquistaní que trabajó aquí sostenía que el mar no calma, da energía, y que la verdadera tranquilidad se encuentra en el interior”, señala este húngaro que ha vivido en diversos países: Alemania, Reino Unido, Francia o Mongolia.
Así que hay dos tipos de personas, las que nunca irían a Mallorca a alojarse en un hotel de campo y las que sueñan con pasar semanas en esta santa quietud, salpimentada con visitas a calas de aguas cristalinas, paseos por pueblos auténticos y diminutos y cenas bajo las estrellas. Según explica Veres reciben, por ejemplo, a bastante clientela asiática, asidua a lugares donde predomina la calma.
‘Es Figueral Nou’ tiene, como otros hoteles rurales de las Baleares, una ubicación privilegiada. En este caso, en pleno centro de la isla pero muy cerca del pueblo costero de Portocristo -desde donde se puede hacer una excursión a la cueva marina des Coloms- , de la preciosa Cala Romántica y a media hora de playa de Muro o Cala Blava. Está emplazado en una antigua possessió mallorquina del siglo XVIII, con su edificio principal, sus caballerizas o tenadas y su antiguo granero. Esta preciosa estancia abovedada sirve ahora de comedor del restaurante del hotel, ‘Es Pati de Montïuri, y también se conservan sus 50 hectáreas en las que se cultivaba uva, olivo e higueras. De ahí su nombre, Es Figueral, que traducido al castellano significa “el higueral”.
El spa de este hotel solo para adultos, gestionado por NYBAU Hotels & Restaurants, cuenta con piscina interior, sauna, baño turco y duchas con diferentes sensaciones (hielo, tropical, bitérmica…). Hay también una sala de masajes a la carta, un gimnasio, pista de tenis y piscina exterior con camas balinesas para tomar el sol.
Mallorca es destino de ciclistas procedentes de todo el mundo para dar la vuelta a la isla, y muchos de ellos se traen sus propios vehículos. Aquí los aficionados a las dos ruedas cuentan con una sala con ducha para bicis, taller de reparaciones y rutas recomendadas; además de alquiler de bicicletas para los que viajan sin ellas. Pero no solo los clientes de este cuatro estrellas superior pueden probar estos placeres, existe un day pass que incluye acceso al spa y a la piscina exterior más desayuno (90 euros) o comida (100 euros) para los no huéspedes.
Entre los muchos proyectos de ‘Es Figueral’ para optar a las cinco estrellas y a la excelencia están algunas ideas que se pondrán en práctica el año que viene. Entre ellas, la de plantar 200 higueras y volver a merecer su antiguo nombre, además de crear un huerto ecológico que abastezca al restaurante y una ruta senderista por la finca. Se planea también que haya clases diarias de yoga, pilates o grounding; ósea, ir descalzos por el suelo, lo que prohibían antes las madres y que se ha descubierto muy sano.
Hay en mente también hacer algunos cambios en la decoración, sobria y con predominio de la piedra, la madera y el color blanco. “Queremos dar un ligero toque distinto, algo más moderno que nos pueda recordar a la avant-garde, un poco como lo que hemos hecho con el bar”, cuenta Viktor Veres, refiriéndose a la hermosa coctelería que bien podría estar en Berlín, París o en pleno Manhattan.
Este año, el restaurante de este hotel se incorpora al grupo de restauración de Santi Taura, uno de los grandes de la cocina mallorquina, galardonado por 'DINS' con una estrella Michelin y 2 Soles Guía Repsol. Cada noche, de lunes a domingo, a las 19:30 comienza el espectáculo culinario que se saborea hasta las 00.00 en la terraza exterior, un patio mallorquín con fuente central y vista a la casa de piedra con persianas tradicionales, perfecto para una cena bajo las estrellas. Durante los meses más fríos o si el tiempo no acompaña, los comensales pueden disfrutar de la calidez de su bóveda interior del siglo XVIII.
El chef Daniel Pérez Casas (31 años), discípulo de Taura, es el artífice de la carta y el menú degustación de 8 pases. Este mallorquín trabajó y se formó en cocinas como la del ‘StreetXO’, del restaurante de David Muñoz en Londres, o ‘ArrosQD’, de Quique Dacosta, también en la capital inglesa. “Aquí se hace una nueva versión de la cocina mallorquina, con toques o sabores de otras cocinas del mundo, pero lo de aquí es lo primero, tanto en el producto como en el hacer, que debe estar presente en cada plato”, comenta este joven chef.
“La cocina de la isla es una cocina humilde, de épocas de escasez en las que se aprovechaba todo. Una cocina sobria que ha empezado a valorarse hace no muchos años y que admite adornos. Yo creo que la gente que viene a comer algo especial quiere probar nuevos sabores, potentes y definidos pero, además, que sea en un entorno especial y que haya una cierta magia alrededor, y yo creo que aquí reunimos todos esos requisitos”, apunta Pérez.
La cena se inaugura con un vermut rojo (con espuma de naranja) o blanco (con espuma de limón) para pasar a la finger food: gazpacho de sandía con aceite de higuera, croquetas de ibéricos y sardina ahumada sobre pan de cristal, que cumplen con creces la regla de los sabores contundentes que te dejan con ganas de más.
Las alcachofas con crema de queso mahonés y limón encurtido, los raviolis de ‘borrida’ de bacalao con salsa cremosa de azafrán y el menjar blanc (una salsa mallorquina de almendra cruda) sobre un templado de merluza al vapor marinada en kimchi, son tres de los platos estrella, que el paladar guardará en su disco duro.
Para acabar con un final feliz hay que probar lo que se llama "leche, cacao, avellana y azúcar", que nada tiene que ver con la crema infantil para untar el pan de la merienda, o el homenaje a los cítricos; las naranjas y limones de Sóller, que se exportaban a Cataluña y Francia y que tantas ganancias aportaron a los habitantes de esa parte de la isla a principios del siglo pasado.
Le pregunto a Daniel Pérez cómo ve el futuro de la alta gastronomía, mientras trabaja a pleno rendimiento en la cocina. “Pues solo tienes que fijarte en cómo los galardonados chefs están abriendo restaurantes sin estrellas, ni pretensiones de conseguirlas. Se están dejando estas cosas a un lado por la presión tan grande que ejercen. El mítico restaurante de Santi Taura, es el único con estrella que no la tiene fuera porque como él dice: “quiero que la gente entre en mi restaurante por mi cocina, no por mis premios”.
‘ES FIGUERAL NOU’ - Ctra. de Montuïri a Sant Joan, km 7. Montuïri, Mallorca. Tel.: 971 926 503
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