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Avasalladora, sin tregua, es la belleza del Urederra brincando entre hayas de cuento y peñas caídas de los acantilados, entre musgos y hiedras, claros y oscuros, fragores de catarata y silencios absortos del paseante ante tanta cascada y tanta poza de un agua tan esmeralda y tanta que hipnotiza. Y menos mal que hay barandillas de madera que aseguran el cuerpo ante tanta atracción para el alma. Un camino, sencillo y bien señalizado, que iniciamos en el pueblo de Baquedano, acercándonos por la orilla del río a la cabecera del cañón que él mismo, con el forcejeo del parto, ahonda cada día más y más. 

 

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