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Badalona

El anís puerto y vía de reconocimiento

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A Badalona se puede llegar en tren. Es más, conviene hacerlo para sentir la curiosa sensación de pasar por las vías por las que circuló aquel primer vagón que salió de la vecina Barcelona con destino a Mataró en 1848. Del andén a la playa solo hay un paso. De hecho, un paso subterráneo en cuyas paredes aún se conserva la placa de una de las muchas fábricas de anís que llegó a alojar la ciudad, Anís Diana. Pero el señero aquí es el Anís del Mono. Su fábrica la encontraremos a la derecha de la playa de l’Estació. La bebida destilada y su icónico mono son parte del ADN badalonés. Se puede comprobar al acercarse al Pont del Petroli, flanqueado por el célebre mono barbado en bronce que mira con curiosidad la etiqueta de la botella en la que aparece retratado. Un poco más al sur el puerto pesquero y deportivo, ambos definen a Badalona. En el horizonte, el velero Ciutat de Badalona navega rumbo norte mientras su tripulación cuenta las historias del skyline industrial de la ciudad a los turistas. Ante sus ojos se van sucediendo las chimeneas de las fábricas, las palmeras del paseo de la Rambla,  la Escuela de Vela, el Club Natació de Badalona -donde la campeona Mireia Belmonte dio sus primeras brazadas-, el bonito Paseo Marítimo y, al fondo, la Sierra de la Marina. De vuelta a tierra, al otro lado de las vías del tren, bulle el Dalt de la Vila de calles estrechas que se levantan sobre la romana Baetulo, a la que aún se venera. De allí al inesperado vergel del Parc de Can Solei i Ca l’Arnús distan 15 minutos a pie. Badalona no deja de sorprender.

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