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Canjáyar

Blanco, rojo y agua

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El enigmático carácter alpujarreño envuelve con intensidad la villa almeriense de Canjáyar. Este pueblo de montaña despliega sus atractivos en un entorno surcado por los pliegues rojizos de las estribaciones de la Sierra de Gádor. Quizás los mejores sitios para apreciar la fuerza interior de la Naturaleza sean desde los cantones, como el de Buenavista, una especie de miradores integrados en espacios recónditos del municipio. Desde allí, nuestros ojos guían la mirada hacia la vega del río Chico, cuyas aguas van al encuentro del Andarax. Azul de agua, rojo de tierra. Mientras que el primer color está presente en el fluir del manantial en el lavadero público, el segundo refuerza su tonalidad, acompañado del blanco, en la ermita de San Blas. Situada en el punto más alto del pueblo, domina desde cualquier lugar y observa, junto al Cristo, a una localidad que se engrandece en la iglesia de la Santa Cruz del Voto. Su tamaño no deja indiferente a nadie. No se puede abandonar una villa de tantos colores sin visitar la cueva de Nieles en la que han aparecido restos arqueológicos. Canjáyar guarda el blanco en sus calles; el rojo, en su tierra y el agua, en su esencia.