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Castrillo de los Polvazares

La cuna de los ‘maragatos’

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Viaje tras viaje, paso a paso, peligro tras peligro, los maragatos recorrían España. Viajeros por antonomasia, dedicaban su vida al comercio nómada, recorriendo cada ciudad, pueblo o aldea mientras sorteaban los pillajes que se producían en los bosques y en las zonas deshabitadas entre ciudades. Pero si un lugar era su verdadero hogar, era este: Castrillo de Polvazares, un enclave mágico de preciosas casas arrieras de ladrillo y arena que se extienden una tras otra, en una sucesión de anchas calles peatonales.

No hay monumentos que destacar porque Castrillo es en sí un monumento, y así ha quedado distinguido como Conjunto Histórico-Artístico. Esta villa que esperaba paciente a sus comerciantes itinerantes que volvían cargados del norte con embutidos y productos de secano, y quizá su vida dedicada al comercio de alimentos les otorgó (además de Castrillo de los Polvazares) la magia de la cocina. Es posible que, por eso, este pequeño pueblo leonés se haya convertido en un perfecto destino gastronómico para degustar el sin igual cocido maragato.

Castrillo de los Polvazares es también localidad jacobea y es fácil distinguir en sus calles empedradas la concha, el emblema del camino, de cuyas vertientes francesa y de la Plata forma parte.

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