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Cervera de la Cañada

De camino al cielo terrenal

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Primero fue el castillo, aunque de él conservamos poco hoy: partes de lo que fue un recinto defensivo en mitad de un alto, con sillares y contrafuertes para apuntalar sus paredes, y algunos otros restos de un viejo torreón. Tiempo después, aprovechando ese mismo promontorio, se levantaría allí la iglesia de Santa Tecla. Una mole igualmente fortificada, según el modelo defensivo que imponían unos tiempos tumultuosos, de guerras y reconquistas pendientes. Desde esa fecha, allá por 1426, esta enorme estructura, a 700 metros de altitud, ha marcado la vida, el tiempo y el espacio del pequeño municipio zaragozano de Cervera de la Cañada y sus poco más de 300 habitantes. Allá donde uno mire, encuentra su fachada mudéjar dibujada en lo horizonte, como una referencia religiosa, pero también geográfica. Por eso, no importa la vía que uno tome: todo en el pueblo es ascenso hacia ella. Un camino a través de calles vetustas y estrechas; solitarias, las más veces, que llevan inevitablemente hacia el Castillo e Iglesia fortificada de Santa Tecla.

Una vez allá arriba, la visita a este templo se complementa a la perfección con las panorámicas que se tienen desde lo alto de la vega del Ribota. Un sobrio paisaje aragonés para serenar el ánimo e ir haciendo la digestión de nuestro largo ascenso.

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