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Daimiel

Culto a la naturaleza

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Venir a Daimiel supone encontrarse con la belleza de sus Tablas, el mejor ejemplo del patrimonio natural de los humedales manchegos. Estos mantos de agua que provienen de los ríos Cigüela y Guadiana descansan aquí como parte de su recorrido, formando un paisaje único, donde se puede observar una gran variedad de aves acuáticas y plantas que tienen en ese ecosistema su particular modo de vida. A las afueras del municipio y de camino a Manzanares, el yacimiento prehistórico de Motilla del Azuar y su pozo de agua dan cuenta de los más de 4.000 años de cultura que ha legado este fenómeno fluvial, cuya importancia se explica en el Centro de Interpretación del Agua, punto de partida ideal para visitar el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. 

Por el casco urbano encontramos más edificios que narran la historia y costumbres de Daimiel, como el Museo Comarcal, donde una de sus principales salas está ocupada por la colección de cerámica del daimieleño Vicente Carranza, compartiendo espacio con las pinturas del gran Juan D’Opazo. Muy cerca está una Plaza de España que nos habla del presente de los lugareños, que se encuentran y pasean por ella, aunque también nos habla del pasado en uno de sus extremos, donde resiste el Olivo Milenario plantado por los árabes.

En el día a día de los locales también está muy presente el arquitecto Miguel Fisac, otro hijo ilustre de Daimiel que dejó como recuerdo el Centro de Interpretación del Agua, así como el Mercado de Abastos y el Edificio de viviendas del Parterre. Antes que ellos, el patrimonio artístico era eclesiástico, destacando las iglesias de Santa María la Mayor y de San Pedro Apóstol en las calles de un municipio manchego que, además de rendirle culto a la naturaleza, celebra una reconocida Semana Santa.