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Garrafe de Torío

De vuelta al pueblo

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No hay lugar en el Camino del Cid que conserve así el encanto de lo sencillo. Sus seis pedanías están llenas de diminutas y silenciosas aldeas cuajadas de edificios únicos que no se caracterizan por el estilo uniforme tradicional leonés sino que se componen tanto de materiales arcaicos -como barro o adobe-, así como de otros de piedra y ladrillo. Sus delgadas calles se trazan por medio de  filas de árboles de estrechas ramas. Un pasaje que se torna una colcha blanca en invierno. Su accidente natural más visible es el río Torío de aguas color jade. Circundado por arbustos y frescos prados, en su entorno se han construido desde tiempos romanos multitud de presas que aún se usan así como molinos de grano o de lino. De estas construcciones las más importantes son la presa Vieja en la pedanía de San Feliz y la presa de San Isidro. Otra de las bellezas naturales de Garrafe son los picos del monte Torío con sus ecosistemas de bosques de robledal autóctono y de pinares. Entre sus largas rutas bajo la bóveda arbolada, -ideales para el senderismo destaca la ruta de la Manzaneda que va desde la ermita de la Virgen del Castillo hasta el centro de Garrafe-, se pueden contemplar jabalíes, ciervos y lobos. Asimismo, es posible encontrar por la naturaleza viejos caminos de carretas que están abandonados y ganados. En ellos habitan unas 150 especies animales entre las que destacan las perdices, los zorros, las liebres y las aves rapaces.

En una localidad de ambiente tan rural es normal que se celebren unas fiestas de lo más tradicionales. La más llamativa es la de Las Manzanedas, en septiembre, una jubilosa romería llena de jotas y música de dulzainas que atraviesa los bosques del Torío hasta la citada ermita de la Virgen del Castillo en donde aguarda la imagen de dicha virgen a la que popularmente se conoce como la Manzaneda, como la fiesta.

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