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Milagros

Tierra de río y hogar de piedra

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El río Raza fluye con fuerza. Hace ya tiempo que salió de Segovia, su lugar de origen, y parece ansiar el final del camino. El todopoderoso Duero le reserva, en su lado izquierdo, el más honroso de los finales. Cansado, no ve la hora de llegar a su destino. Sin embargo y, contra todo pronóstico vista su acelerada marcha, parece detenerse. Acaba de entrar en la localidad burgalesa de Milagros y algo le hace aminorar el paso. Más relajado, observa sus sinuosas calles, repletas de enormes casas de piedra. Entre tanto edificio, el caudal se fija en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Milagros. Situada en la Plaza Mayor, presume de su rocosa figura, en la que destaca su esbelto campanario, adornado por un reloj. La antigua villa romana ha enamorado al río. Tanto que no es capaz de apartar la vista de ella. Su siguiente parada son las actuales bodegas de vino, las mismas que antaño fueron cuevas. El tiempo se le echa encima y el río debe marcharse, no sin antes admirar la Casa de Vela Zanneti; uno de los edificios más emblemáticos del pueblo. Con pena, las aguas se van deseando volver. Milagros ha sido para él un suspiro de vida, un auténtico oasis en medio del desierto.