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Peñaranda de Bracamonte

Una villa con accidentada historia

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Limítrofe con la provincia de Ávila, la antigua Peñaranda de Cantaracillo y Peñaranda del Mercado se convirtió definitivamente en Peñaranda de Bracamonte en 1602, cuando Felipe III otorgó el título de conde de Peñaranda a don Alonso de Bracamonte. Llegamos a un municipio cuya prosperidad se inició con la pujante industria textil y el pequeño comercio de zapateros, sastres y curtidores en siglos pasados. La visita de este enclave salmantino es una buena elección. El casco antiguo de Peñaranda fue declarado en 1973 Conjunto Histórico-Artístico en torno a sus tres principales plazas: la de Martínez Soler, la de la Constitución y la de España, llamada en el pasado plaza de la Corralada.

En la plaza de Martínez Soler encontraremos la Iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, realizada en sillería granítica, con excepción de la torre-campanario, que es de ladrillo visto. Esta torre es el vestigio de un pequeño templo románico sobre cuyos restos se asentó posteriormente la nueva iglesia. La Ermita de San Luis, obra barroca del siglo XVI, es también de especial importancia para la historia de Peñaranda por ser el lugar desde donde partió, en 1669, la comitiva que consagró la iglesia de las Madres Carmelitas.

Precisamente, el Convento de las Madres Carmelitas, de mediados del siglo XVII, es uno de los más importantes de la provincia de Salamanca, no tanto por su arquitectura como por custodiar la mejor colección de pintura italiana y bronces napolitanos existentes en la provincia. Muy próxima al convento encontraremos la Ermita del Humilladero, prácticamente reconstruida tras la explosión de un polvorín en la Guerra Civil. El Teatro Calderón, la antigua cárcel y el Ayuntamiento son otros puntos de la ciudad con mucho interés arquitectónico.

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