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Punxín

La tierra que bendijo el anacoreta

Para muchos vecinos de Punxín resulta difícil elegir cuando se les pregunta por el verdadero símbolo del municipio: el castro de San Cibrao de Las o el sarcófago prerrománico de San Wintila. Claro que el castro es tan grande que lo comparten con el vecino Ayuntamiento de San Amaro, y los restos mortales de San Wintila, no. El santo nunca canonizado, o más bien canonizado por el fervor secular de sus devotos, es exclusivo de Punxín, aunque la veneración que despierta este ermitaño que vivió y murió aquí en el año 890 atrae a incontables almas llegadas de mucho más lejos.

El arca con sus cenizas se conserva en la iglesia parroquial de la capital del municipio, el templo de Santa María de Punxín, muy reformado a lo largo de los siglos, aunque hoy fundamentalmente priman las estructuras del XVII. La romería de San Wintila, el lunes de Pascua, congrega a gran cantidad de personas que acuden atraídas por la fama del anacoreta como protector del campo y el ganado. Los fieles llevan mazorcas de maíz para que sean bendecidas durante los oficios religiosos y así dárselas después a los animales domésticos. También ofrecen todo tipo de carnes y productos procedentes de la ganadería, especialmente del porcino. Estas ofrendas son subastadas el día de la fiesta. La leyenda cuenta que el cuerpo de San Wintila fue cargado en un carro de bueyes y que se construyó la iglesia en el lugar exacto en que estos decidieron pararse y no seguir tirando.

Pero el otro poderoso símbolo de Punxín, un Ayuntamiento pequeño en dimensiones pero extensísimo en historia, es uno de sus castros, el de San Cibrao de Las, también conocido como A Cidade (la ciudad). A caballo entre los términos municipales de Punxín y San Amaro, se trata de uno de los poblados antiguos más grandes de Galicia y del norte de Portugal, comparable con el de Santa Trega (A Guarda, Pontevedra), o con la Citania de Briteiros (en el país vecino). Fuertemente romanizado, San Cibrao de Las, a la vera de un moderno centro de interpretación sobre la cultura castreña, fue sometido desde 1922 a sucesivas campañas arqueológicas pero aún hoy se haya en proceso de excavación. Este imponente poblado lleno de secretos y protegido por tres gruesas murallas estuvo habitado entre el siglo II antes de Cristo y el II de nuestra era.

Además, el paisaje de Punxín, bañado por el río Barbantiño y generoso en vinos, incluido el de la Denominación de Origen Ribeiro, da cobijo a otros elementos interesantes como el castro de San Trocado, las iglesias románicas de Ourantes y Vilela, las parroquias de Freás y Vilamoure (siglo XVIII), y un par de pazos: el de Souto, en Freás, y sobre todo el de Punxín, también conocido como Pazo de Jáudenes, cuya belleza singular y asimétrica sigue desafiando el fatigoso paso del tiempo.

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