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Iglesia de Santa María

Hermisende, Zamora

Recorriendo a paso lento Hermisende, llega un punto en que uno se ve obligado a levantar la vista y, probablemente, abrir la boca asombrado. Allí, al final del pueblo, rodeada de sencillas casitas, se yergue una iglesia de trazas ambiciosas y espadaña estilizada. Hija del barroco gallego, lleva en ese lugar desde el XVIII, pero se diría mucho más antigua a juzgar por el imponente crucero que se adelanta a la fachada, o las lápidas y cruces de sepulturas que reposan en sus muros. Pero si quien la contempla por primera vez tuviera que destacar algo, sin duda, sería su campanario, que se levanta a gran altura en contraste con la estrecha fachada. El plus de elegancia y belleza se lo aportan las torrecillas redondas que lo custodian a los lados, y esa cúpula de tambor, cuyo cuerpo espigado se cubre de guirnaldas recortadas en piedra.

Es una aparición sorprendente que anuncia un interior igualmente valioso donde encontramos, por ejemplo, retablos del escultor gallego Xosé Antonio Ferreiro Suarez, trabajados altares, y un conjunto que ha sido recientemente restaurado para lucir muy hermoso.

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