Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
"¿Pero, mamá, por aquí pasa el tren?", pregunta un niño antes de subirse a la bici para iniciar el trayecto por la Vía Verde del Aceite."No, ahora no. Antiguamente pasaba un tren que se llamaba el tren del aceite y que iba muuuuy lento", explica una madre mientras le asegura el casco a su hija. La respuesta parece que no le convence del todo… De hecho, buscar las señales del tren que traqueteó por unas vías que ya no existen es una sensación que les durará prácticamente todo el recorrido.
"Esta es una de las vías verdes más solicitadas de Andalucía. Y este tramo, entre las localidades de Luque, Doña Mencía, Lucena y Cabra, es el que tiene mayor número de usuarios porque aún se pueden ver locomotoras en las antiguas estaciones, y en todas ellas hay servicios de restauración, puntos de agua, de luz…", explica Antonio Camacho, trabajador del Centro Cicloturista de Doña Mencía, desde donde parten casi todas las rutas. "Yo soy un corredor de toda la vida y desde que se inauguró la Vía Verde en 2002 prácticamente recorro un tramo todos los días. Por aquí pasan senderistas, corredores, cicloturistas… muchas familias los fines de semana, con bicis y sin ellas, algunas autocaravanas y un 50 % de nuestro público es extranjero y viene durante todo el año", resume Antonio.
En esta vía verde, el convoy, que llevaba cientos de bidones de aceite de oliva (y también pasajeros), sacaba prácticamente toda la producción del oro líquido de la Subbética. Durante casi un siglo, hasta 1983, conectó los pueblos del sur de Córdoba con los de Jaén a lo largo 128 kilómetros. A solo 30 kilómetros por hora cruzaba el que es hoy Parque Natural Sierras Subbéticas, declarado geoparque por la Unesco, abrazado por un manto de olivares y por un paisaje kárstico.
Lo más recomendable es que, antes de diseñar tu ruta, pases por el centro cicloturista y expliques qué te apetece hacer. Desde 2013, este centro sirve de punto de información y alquila todo tipo de vehículos sostenibles en lo que fue el antiguo almacén de mercancías del tren. Ofrecen modelos de gama media desde los 5 euros (una hora) hasta los 15 € (por 4 horas). Toda la jornada completa, 18 euros.
"Tenemos bicicletas para dos personas, coches familiares para tres o cuatro, sillitas porta bebés, carritos… Aquí la familia tiene un papel muy importante", dice sonriente. "Si lo que se busca es un rato lúdico yo siempre propongo a las familias que hagan una distancia cortita de uno o dos kilómetros, y disfruten con algunos de nuestros vehículos sostenibles. Tenemos chopper, crazy bikes de tres ruedas, carritos portabebés… Pero si se quiere hacer vía verde, distancia, entonces valoramos qué capacidad y edad tienen tus hijos y diseñamos el tramo", explica.
Salir de Doña Mencía es perfecto, porque se encuentra justo en mitad del tramo estrella de esta Vía Verde del Aceite y se accede directamente desde la carretera. Hacia un lado está la estación de Luque y hacia el otro lado, la de Cabra. De una a otra punta, la distancia son 30 kilómetros. "Si decides ir en dirección a Luque, hasta la estación hay unos 10 kilómetros. Es un tramo muy fácil, en el que el nivel de pendiente es mínimo. Perfecto para disfrutar y hacer paradas con los niños que se divierten mucho con los viaductos y las antiguas casillas de los ferroviarios. Durante el trayecto se va bordeando el parque natural", explica Antonio.
Y "si prefieres el tramo que va en dirección a Cabra, de unos 13 kilómetros, pasarás por el único túnel de la vía verde en la Subbética, el del Plantío, que también les encanta a los niños; por un viaducto con vistas imponentes y verás la antigua locomotora del tren del aceite en la estación de Cabra. La ida es fácil pero la vuelta tiene más pendiente por lo que esta segunda alternativa suelo recomendarla para familias con niños de al menos 10 años y que estén en forma", aconseja.
Finalmente, tras valorar el tiempo que queremos dedicar y yendo con un niño de 4 años, el trayecto que nos va como un guante parte de la estación de Doña Mencía, en dirección a Luque, pero solo haciendo 3 kilómetros de ida y 3 de vuelta. Un tramo que pasa por el Castillo de Zuheros y el cañón del río Bailón y que permite hacerse una idea del paisaje de la Vía Verde del Aceite. Perfecto. ¡Allá vamos!
Aunque cuentan con servicio de traslado para recoger a las familias con sus bicicletas y devolverlas al punto de inicio (la vuelta para los niños siempre suele ser más tediosa) preferimos volver a nuestro aire. Los precios para el servicio de traslado van por kilómetros y son asequibles: recogida en Luque, 15 euros (una furgoneta para 5 personas y sus bicicletas) y hacerlo en Cabra, 25 euros. "Es un servicio que damos sobre todo para cicloturistas que hacen trayectos de 50 kilómetros al día", indica Antonio señalando a un grupo de ellos listos para ponerse en marcha.
Lo mejor es iniciar el recorrido a primera hora de la mañana, sobre las 9.00, para estar de vuelta antes de las 11.00. Hay que tener en cuenta que con los niños hay que realizar varias paradas para esperarlos y, además, necesitan hacer algunos descansos para explorar y juguetear por el camino (no olvides llevar agua, plátanos y algunos frutos secos para recuperar energía). Además, las 11.00 es una hora imposible por estos lares, cuando los rayos de sol ya caen perpendiculares y se clavan sobre la espalda como auténticas cuchillas.
"¡Buenos días!", nos dicen unos abueletes que toman el fresco a esa hora en los bancos de piedra que se reparten bajo las arboledas del inicio de la ruta. "Buenos días", contestan los niños emocionados ante la perspectiva de arrancar por fin las bicis.
Nada más ponerse en marcha, el terreno bajo las ruedas es de gravilla y arena, pero da paso rápidamente a una carretera asfaltada (a parches) que te adentra poco a poco en la vía verde. El paisaje kárstico no tarda en ofrecer vistas en las que liberar la mirada en el horizonte y la atmósfera se llena de olor a campo, a tierra y, sorprendentemente, ¡a higos! Varias higueras, algunas imponentes, cargadas con frutos ya en temporada, salpican el recorrido e invitan a refugiarse para hacer pequeños descansos. El olor es dulzón, como de final de verano.
A los lados del camino, unas vallas de madera protegen a los ciclistas para que no se despeñen por las suaves lomas y a lo lejos, la sierra cubierta de olivares ofrece una estampa relajante. Un poco más adelante, como escondido entre el manto de olivos, se divisa lo que parece un hotel, en lo que fuera un antiguo cortijo, a pie de vía verde. Es el Hotel 'Minerva'.
El trayecto comienza a ponerse pedregoso. Hay rocas de varios tamaños repartidas por los laterales. Son rocas calizas que han estado aquí durante miles de años, cuando este paisaje era mar hace la friolera de 170 millones de años, y que hoy forman estas montañas.
La vía atraviesa la finca de un cabrero. Su rebaño descansa en el interior de los corrales, pero también, pasta afuera: un buen lugar para tomar un avituallamiento a la sombra y mirar las cabras cómo saltimbanquean entre las rocas. "¡Mira esa cabra, mamá. Mira qué pequeña es!". Hay cabritas de todos los tamaños y las más pequeñas parecen sacadas de alguna película de dibujos animados.
"¿Esas son los cabritillos que se comió el lobo? ¿Mamá, aquí hay lobos?" Y en estas, mientras trato de responder a la misma pregunta que me hace casi en cada destino, aparece el cabrero. Un señor encantador con ganas de contestar a las cuestiones más insospechadas de los niños. "¿La leche de las cabras se bebe?", preguntan directamente sin mediar más que una mirada de aprobación por su parte. "Sí, y yo antes hacía queso con esa leche", les explica mientras otros ciclistas y algunos senderistas pasan, saludándonos todos, como se suele hacer en el campo.
El cabrero explica sin prisa que, abrumado por tanta legislación, abandonó la elaboración de queso artesanal, al igual que le sucedió a muchos hortelanos que trabajaban por esta zona y que llevaban sus productos al Mercado Ecológico de la localidad de Zuheros, donde se vendían quesos artesanos de las Sierras Subbéticas, almendras, aceites, hortalizas y frutas. Los niños mientras tanto acarician a un cachorro de perro de pastor que, como ellos, mira embelesado hacia las cabras.
Una vez que te despides de los animales, a pocos metros otra imagen pintoresca te invita a detener la marcha. El castillo de Zuheros cuelga de la montaña. Las viviendas del pueblo se encuentran en una cota más elevada que la vía verde, pero si se quiere, se puede ascender hasta sus callejuelas por una pasarela y aprovechar para dar un paseo por uno de los pueblos con más encanto de Andalucía (eso sí, mejor deja aparcada la bici).
Solo unos metros después, te sumerges en otro paisaje, también con un toque romántico, el que dibuja el puente de estructura metálica sobre el cañón del río Bailón, con una longitud de 104 metros. "¿Conocéis la famosa Torre Eiffel?", pregunto a los niños al llegar al comienzo del puente. "Sí", contestan. "Pues unos discípulos del señor que la construyó, Gustavo Eiffel, construyeron todos los puentes de la Vía Verde del Aceite y este es el único que hicieron en curva", explico mientras intento dar un toque de misterio a mi relato. Noto enseguida que el tema les ha enganchado. "¿Y por qué?", preguntan después de observarlo durante unos minutos. "Pues…. porque sí, porque aquí el terreno lo pedía así", improviso… Esta respuesta ya no les resulta suficiente satisfactoria, y empiezan a inventar sus propias hipótesis. Está claro que hay que venir mejor estudiada...
"¡Guau!", exclaman al asomarse a su barandilla. Aunque el río parezca seco, sus 104 metros impresionan. Pero es que, además, no es real que esté seco. El río circula en las profundidades, a través de grietas y cavidades repletas de espeleotemas y pequeños lagos que, de momento, no tienen ningún acceso conocido. "Chicos, bajo esta tierra hay grutas misteriosas que nadie ha podido ver aún". Sus ojos chisporrotean mientras miran hacia abajo y sus mentes generan todo tipo de historias y aventuras en cavernas.
Cruzado el puente que atravesaba traqueteando el tren del aceite, se dejan atrás un par de huertas de girasoles y, algo más adelante, se llega al punto de regreso del trayecto, justo donde se alcanza la carretera que habría que cruzar para continuar en dirección a la estación de Luque. En esta precisa ubicación, se levanta la antigua casa del guarda que custodiaba el paso a nivel del tren, hoy casa museo del pintor local Francisco Poyato. Bajo la sombra de sus árboles, el lugar es ideal para descansar, tomar un poco de agua y prepararse para el camino de regreso.
Llega un momento de bajón anímico para todos. Por ello, hay que pensar en la recompensa del final del camino. A los niños podemos proponerles un helado después del desayuno. Y para los papas, un café con una crujiente tostada de pan de pueblo y aceite de oliva virgen de Doña Mencía, en el Mesón 'La Cantina'. O, si se prefiere, unas cañas y un platito de jamón. Si se quiere hacer tiempo para almorzar, visitar Zuheros y la cercana Cueva de los Murciélagos podría redondear la jornada. Pedalear por el campo y los olivares bajo el cielo azul da mucha pero que mucha hambre.