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El Segura también fue joven. Mucho antes de convertirse en ese río manso, opaco y sediento que serpentea por la huerta murciana, muestra una cara irreconocible. Nada más nacer, donde las provincias de Jaén y Albacete se dan la mano, comienza a excavar kilómetros y kilómetros de cañones profundos en cuyo fondo encontramos montones de remansos paradisíacos de aguas limpias. Lo alimentan arroyos y manantiales de un enorme sistema kárstico que, al erosionar los calares, le imprimen al agua un punto delicadamente turbio, que hace que el río vaya ofreciendo distintas tonalidades dependiendo de cómo le incidan los rayos de sol.
Después de recorrer unos 40 kilómetros de su nacimiento en el municipio jienense de Santiago-Pontones, el río Segura entra en la provincia de Albacete por la puerta grande: el Charco de las Juntas o las Juntas de Miller, uno de esos característicos remansos de aguas turquesas. Se trata de una zona de baño muy popular en la Sierra del Segura, aunque a decir verdad, a partir de aquí el río ofrece montones de parajes parecidos al pie de la carretera, tan solo que anónimos y desiertos. Es importante tener en cuenta que, aguas arriba, la hidroeléctrica de la presa de Anchuricas puede comenzar a desembalsar agua repentinamente, por lo que hay que estar atentos y preferiblemente no cruzar a la otra orilla, ya que podrías tener que quedarte al otro lado hasta que baje el caudal.
El primer municipio albaceteño que recibe al río Segura es Yeste, cuyo término municipal es uno de los más extensos de España y a la vez uno de los menos densamente poblados. Su núcleo principal suma 1.500 habitantes, pero luego cuenta con otros 1.000 vecinos distribuidos en 13 pedanías y más de 100 aldeas o caseríos. El término está bien entretejido por una red de carreteritas de montaña y pistas forestales que llegan a todas estos asentamientos, que casi siempre cuentan con un puñado de casas rurales en su haber, de manera que hablamos de un entorno perfecto para conocer los rincones de la Sierra del Segura.
Lo más rápido y habitual es llegar a Yeste conduciendo desde Elche de la Sierra, previo paso por el Embalse de la Fuensanta, donde confluyen las aguas de los ríos Tus y Segura, que son los dos grandes tesoros hídricos de Yeste. El embalse, construido entre 1929 y 1933, es una bonita introducción panorámica a la sierra y un punto destacado para actividades acuáticas. Por este camino, la primera impresión del casco urbano puede ser decepcionante, sin embargo, cuando salgamos por el otro extremo hacia las profundidades de la sierra, nos muestra una fachada encantadora protagonizada por el castillo y la iglesia de la Asunción.
En el entorno de Yeste se han encontrado vestigios íberos y romanos, aunque su primer gran monumento es esta fortaleza de origen islámico, construida originalmente en el siglo XI sobre un promontorio rocoso que hace de cimentación. En ella, sin embargo, advertimos escudos de la Orden de Santiago, y es que, tras la Reconquista de 1242 por tropas castellanas, el castillo pasó a manos de esta institución, cuyos comendadores utilizaron como residencia entre los siglos XII y XVI. Durante esta época fue un importante centro de poder político con jurisdicción sobre localidades como Nerpio, Liétor o Moratalla, y por eso se amplió y reforzó, ganando su Torre del Homenaje, del siglo XIV, y su patio de armas con capiteles góticos, del XVI. Tras una profunda rehabilitación, en los calabozos y en las estancias hay un museo etnológico y un centro de interpretación medieval.
A la gran extensión de Yeste se suma una enorme amplitud de altitudes que varían entre los 550 metros y los 1.900 metros, lo que influye en la diversidad climática y vegetal del municipio. Parte de su término se encuentra dentro de los límites del Parque Natural Calares del Mundo y de la Sima, un área protegida de 19.000 hectáreas con un impresionante desarrollo kárstico, caracterizada por sus altiplanos porosos, con simas infinitas que conducen las aguas de la lluvia y del deshielo por un laberinto subterráneo hasta nacimientos tan espectaculares como el del río Mundo, y otros tantos más modestos pero encantadores que, si llegaron a tener nombre, ya se están olvidando.
Desde Yeste, subiendo por una retorcida carretera de montaña en dirección a Boche, se alcanza el Centro de Interpretación del Parque Natural Calares del Mundo y de la Sima "Monte Ardal", situado en una discreta construcción de hormigón con una exposición que nos desgrana los secretos geológicos y biológicos de esta reserva. Por su parte, en la más modesta oficina de turismo de Yeste, situada en el castillo, nos proponen rutas que no se limitan al parque natural (alejado de la ribera del Segura) y que nos acercan a caras más cotidianas de la vida en la sierra.
Buscando esas estampas más auténticas y menos concurridas, ponemos rumbo a la pedanía de La Graya. Su romántico puente colgante ya no se puede transitar, pero sigue poniendo la guinda a una popular playa de guijarros junto a un chiringuito. En el pueblo nos cuentan que se puede hacer una sencilla ruta a pie hasta la Fuente del Tejo, uno de esos nacimientos repentinos que nos regala este sistema kárstico. En el camino de bajada, mientras recogemos los frutos de un níspero que pide a gritos que se le descargue, nos encontramos con Ezequiel, un colmenero histórico de la zona que nos vende una miel de primera y nos cuenta que acaba de abrir el ‘Carpe Diem’, el último alojamiento rural de la zona con tres casas, cada una con su piscina privada: así son los nuevos rumbos de la economía local.
Por la tarde decidimos seguir el rastro del agua de la Fuente del Tejo, y subimos en coche hasta el Mirador de la Borriqueta por una de las típicas carreteras locales, estrechas y retorcidas, que trepan hasta los altiplanos. El mirador dista un par de cientos de metros verticales del manantial, pero solo un par de decenas de metros en horizontal. Así es la tónica general de este paisaje del que se alcanzan unas vistas privilegiadas desde la Borriqueta. Mirando hacia el oeste, aparece una muralla caliza donde nos han dicho que se ubica el segundo pico más alto de la provincia de Albacete, el Mentiras, y que nos hemos puesto por objetivo para el día siguiente.
Situado a 1.896 metros de altitud, dentro de los límites del Parque Natural, el Mentiras es una cumbre muy emblemática entre los montañeros del lugar. Aquí, casi cada cual tiene una versión que explica su nombre. Casi todas hacen referencia a que, una vez alcanzamos el altiplano, no está claro qué pico es más alto que otro. La más simpática atribuye la mentira a que, cuando crees que ya estás llegando, siempre aparece una cumbre más alta por el horizonte. No es para tanto. Otros dicen que la mentira es que hay una cumbre vecina, la del pico Banderas, que es dos metros más alta que el Mentiras.
Salvo para los que deciden asaltar al Mentiras por la vertical, alcanzarlo no presenta dificultades técnicas, aunque sí supone trazar una ruta un poco larga, de entre 12 y 20 kilómetros, dependiendo de qué se elija. Nosotros salimos desde las proximidades de Arguellite, en concreto desde el paraje conocido como el Rincón Cabero. Desde aquí, subimos hasta encarar una pequeña canal que pasa junto a la Peña Palomera, cuyo nombre en esta ocasión no guarda secretos, ya que lo corona un peñasco con la forma idéntica de la cabeza de una paloma. Una vez superado, solo queda caminar pacientemente por la línea de cumbres hasta alcanzar el Mentiras.
La opción más rápida sería regresar por donde hemos venido (unos 12 kilómetros en total), pero nosotros decidimos volver haciendo una ruta circular que regresa a Arguellite bajando por el arroyo del collado Tornero y pasando por la aldea de Los Prados. Es una opción bastante más larga (unos 20 kilómetros), pero que nos regala unas vistas fabulosas del valle de Tus y, además, pasa junto a una sima espectacular. Con los deberes hechos, volvemos a orillas del Segura para buscar uno de sus remansos turquesas y concluir nuestro bautismo en la sierra.
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