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Camaleño

Subidón rural

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Camaleño está integrado en los Picos de Europa y eso es algo que condiciona al municipio en todas sus dimensiones: vida y cultura, ocio y negocio, patrimonio y arquitectura. Aquí quien manda es el paisaje, esas montañas que rodean el pueblo hasta meterse poco menos que en el rellano de las casas. Y es el paisaje quien también marca la actividad, pues este sigue siendo un pueblo agrícola y ganadero, con la competencia creciente de un turismo que lo que busca es, precisamente,  empaparse de esa ruralidad. Porque los encantos que Camaleño pone sobre el tapete saben también a campo: su famoso quesuco, el cocido lebaniego, las truchas del Deva, el orujo y el té, que son famosos mucho más allá de los límites del municipio. Son muchos los que llegan hasta aquí atraídos por su fama, igual que le pasa al principal monumento de Camaleño: el monasterio de Santo Toribio de Liébana, célebre por cobijar el fragmento más grande de la cruz donde murió Jesucristo, lo que le ha valido la dignidad de Lugar Santo del Cristianismo, además de monumento nacional.
Con menos fama pero igual encanto, en el otro extremo del municipio, la pequeña localidad de Mogrovejo ofrece algo así como una versión concentrada de los encantos de Camaleño, con un conjunto de casas y calles donde el tiempo parece haberse detenido, coronadas por los Picos de Europa. Su presencia es una invitación a subir hasta sus cumbres pero, para eso, Camaleño también tiene la solución: el teleférico de Fuente Dé. Es la vía más rápida de acceder a su macizo central y empaparnos de todo lo que este parque nacional ofrece.