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Cipérez

Un pueblo con sabor a oblea

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A 59,5 kilómetros al oeste de Salamanca, y a 19,5 kilómetros de Vitigudino, el pequeño municipio de Cipérez cuenta con un total de siete núcleos de población habitados: Cipérez, Grandes, La Moralita, El Valejo, El Huelmo, San Cristóbal y San Cristobalejo. De hecho, en la recientemente aprobada bandera del municipio, se puede apreciar como, mientras el núcleo principal está representado por varios elementos en el escudo central, el resto de núcleos se ven reflejados a partir de seis cruces: cuatro en las puntas, que corresponde a las que no cuentan con pila bautismal, y dos más cercanas, Grandes y La Moralita, que aún cuentan con iglesia abierta al culto.

También cuenta con iglesia el núcleo de Cipérez, un edificio dedicado a San Pedro Apóstol, ubicado en el centro del municipio, junto a la Plaza Mayor, y que se cree que puede tener su origen en el siglo XII o XIII, puesto que de esa época data la tradicional celebración a San Sebastián, patrón del municipio, que tiene lugar en el pueblo. Además, a unos 300 metros de la plaza, se encuentra la ermita dedicada al Santo Cristo de la Misericordia, y que ha sido rehabilitada recientemente con una fuerte inversión realizada por el propio pueblo. Esta ermita, que data del siglo XVI y sufrió una gran remodelación en el XVIII, cuenta con un bonito retablo, también restaurado, en la que la imagen del Cristo ocupa el lugar central.

Otro lugar interesante que merece una visita es la fuente de época romana que se sitúa a unos 50 metros de la plaza y que también está presente en el escudo del pueblo. Además, cabe señalar que Cipérez cuenta con hasta siete fuentes con pozas, situadas en los alrededores del núcleo urbano, y con unos lavaderos que están siendo restaurados.

Pero sin duda, si por algo es conocido Cipérez, es por su sabor, más concretamente por el de sus obleas de la Fábrica Pan de Ángel, que lleva más de dos siglos realizando este producto artesanal de calidad que ha llevado el nombre de la localidad por toda la geografía española. Una visita a esta fábrica —que se une a otras cuantas empresas que provocan un paro casi inexistente en el municipio— es necesaria para conocer la tradición de las obleas, que ya se han convertido en un símbolo del pueblo.