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Un paisaje en espera de nuestro toque
Igual que un regalo sin desenvolver, el municipio de La Frontera, en El Hierro, se nos ofrece virgen y misterioso, como un placer que se disfruta tanto por la sensación de estreno como por el valor del contenido, y en el caso de este valle es mucho. Por ejemplo, un regalo familiar serían las tres piscinas naturales de agua salada de La Maceta. Aunque son tan tranquilas como todo en la isla, han sido acondicionadas para recibir al público, incorporando extensiones de piedra que frenan el oleaje e incluso un merendero para barbacoas. En ellas, la integración entre naturaleza e instalación turística encuentra el equilibrio perfecto.
Aún más particulares y exclusivos se presentan el charco Azul, otro rincón de baño al que se accede por una escalera sobre el mar, o Los Sargos, una cala de aguas limpias entre cañones volcánicos. Puro paisaje extraterrestre. Pero a quien quiera recibir un regalo más terrenal, La Frontera le reserva también su espacio: la playa de Arenas Blancas, la única con esas características y un fondo marino donde podemos toparnos con todo tipo de objetos traídos por las corrientes. Y es que la mayoría de obsequios que La Frontera regala al visitante son naturales. Así, el pozo de la Salud ofrece al tiempo el reclamo turístico de sus aguas medicinales, conocidas desde hace siglos, y la belleza de su entorno, con el pueblo de Sabinosa decorando el paisaje con estos peculiares árboles, símbolo de El Hierro.
A poca distancia de allí se encuentra el mejor balcón para gozar por completo de este regalo natural: el mirador de Bascos, desde el que se alcanza no solo Sabinosa sino todo el golfo de Frontera. Y, aunque el paisaje de El Hierro ya es suficiente riqueza, el municipio cuenta también con su propio y valioso patrimonio artístico cuya estrella es el santuario de Nuestra Señora de los Reyes, de blanco inmaculado y trazas singulares. Tan personal como todo en esta isla.