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Frontera natural
Mañón está tan al norte que parece que nos encontramos en la frontera ante lo desconocido. Sí, aquí encontramos Estaca de Bares, el punto más septentrional de la Península, adentrándose en el agua y separando el mar Cantábrico del Océano Atlántico, pero esta sensación de estar al límite está provocada por más cosas. Será el verde de sus campos y bosques, del que salen las poblaciones de sus cinco parroquias, desperdigadas, como escondidas en el relieve de la sierra, o la iglesia de Santa María de Mogor, surgiendo blanquísima desde el suelo. Serán las orillas mágicas del Sor, donde la vegetación se refleja en el agua y no está claro donde empieza una y donde acaba la otra, con construcciones que nos encontramos de pronto en nuestro paseo, como si fuera obra de meigas. Serán sus valles, sus playas de postal o sus acantilados, que se encuentran de pronto con el mar y él los recibe con su oleaje salvaje. Quizás estas sensaciones mágicas las provoque entrar en un municipio mágico, donde la Naturaleza sigue mandando sobre todas las cosas.
