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Marbella

Singular, desbordante e inclasificable

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Marbella es un lugar donde la vista no sabe qué hacer, si enamorarse de un deportivo de cientos de miles de euros o quedarse prendada de la Plaza de los Naranjos, donde se ubica el Ayuntamiento y la antigua Casa del Corregidor. Esta ciudad malagueña tiene olor a azahar y un casco urbano que alberga vestigios romanos y árabes. Pero también cristianos, como el templo de Nuestra Señora de la Encarnación, del siglo XVII, ubicado en la Plaza de la Iglesia.

En Marbella, la magnificencia se baña en el mar y se viste y come en Puerto Banús. En las playas marbellíes cohabitan familias de sombrilla y nevera y pareos que valen el sueldo mensual de un honrado trabajador. En algunas de ellas, como la de Cabopino, el imperio de la arena termina donde empieza el césped de los chalets, similar al de los campos de golf que pueblan este municipio. El lujo es unas veces contenido y elegante; otras, desmesurado y chabacano. En cualquier caso, lo suntuoso se ha convertido en estandarte de normalidad. Tan normales como las romerías de Juanar o de San Bernabé. Todo cabe en Marbella, desde la púdica contención hasta el desenfreno nocturno. 

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