{{title}}
{{buttonText}}
1 /

Milmarcos

La huella de un noble pasado

Compartir

Este pequeño pueblo del Señorío de Molina se encuentra en el límite con la provincia de Zaragoza. De origen romano, el municipio formó parte del reino de Aragón, y no fue hasta 1833 localidad de la provincia de Guadalajara. Es el clásico ejemplo de pasado esplendoroso, que con el éxodo rural a las grandes ciudades entró en decadencia. Por lo tanto, habrá que hablar en pasado.

Fue villa ganadera por excelencia, con dos ferias anuales que concentraban un gran número de cabezas de ganado. De esos tiempos, son las casonas de tipo molinés que aún se conservan. Escudos de armas, forjados extraordinarios y obra de sillería. Y todas con nombre propio: los López Montenegro, los Angulos, los López Celada, los López Olivas, los García Herreros o la de la Inquisición. Incluso en su Plaza Mayor, a la sombra de las centenarias olmas, el teatro Zorrilla.

Pero su gran atractivo arquitectónico es la iglesia de San Juan Bautista, iniciada en el siglo XVI y terminada en 1625. Obra renacentista que tiene en su altar mayor un gran retablo manierista de 9 metros de alto por 8 de ancho, obra de diversos artistas de Calatayud (Zaragoza).

Otros edificios religiosos son la ermita de Jesús Nazareno (barroca del siglo XVIII) y la de la Virgen de la Muela (del XVII), la más antigua del lugar. Y de obra civil, su ayuntamiento, también del siglo XVII, con dos plantas, la superior con galería.

Contacto