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La cruz protegida por la espada
Localidad de unos 170 habitantes muy cercana a la frontera provincial entre Ávila y Salamanca, a casi 19 km de Peñaranda de Bracamonte y 53,5 km de la capital abulense, junto a la confluencia del arroyo Narros y el río Trabancos (cauces transitorios). Narros es un nombre que se repite en otros pueblos abulenses y parece proceder de los navarros que la repoblaron tras la reconquista.
El apellido ‘del castillo’ es bastante más evidente: en la parte más elevada de la población (un altozano como mirador hacia la llanura con la sierra al fondo) aún se conserva el perímetro de murallas que rodeó la antigua fortaleza. Y en el medio, la iglesia. Cómo no, se llama Santa María del Castillo. Ese emplazamiento del templo, rodeado de viejos y castigados muros de cal y canto, es de lo más original en la provincia.
La iglesia ya vale lo suyo por sí sola. Es uno de los ejemplares del románico mudéjar o románico de ladrillo más destacados del norte abulense, sobre todo por la prolongación de las arquerías del ábside en los tramos rectos de la nave, con arcos entrecruzados que recuerdan a algunos templos toledanos. El interior ha tenido la fortuna de conservar los artesonados de madera. Muy bien restaurados, son una manual de maestría decorativa en la nave principal y el sotocoro. De los mejores de La Moraña. Frente a la portada, una moderna escultura recuerda la visita de Santa Teresa a la población.
Otros hitos de Narros del Castillo son su Rollo de justicia, restaurado recientemente, el viejo pósito o almacén municipal junto a la iglesia, también rodeado de murallas, restaurado y techado con un artesonado de madera y, para terminar, una asombrosa colección de pinturas murales en la subida hacia la torre, algunas completas y otras a medio hacer con las figuras en boceto.
Narros ofrece rutas senderistas y ciclistas en los sotos de sus dos cauces y marca la frontera entre los llanos completamente horizontales y las tierras que empiezan a ondularse hacia las estribaciones de la sierra abulense. No lejos del caserío se extienden montes de encina y alguna pequeña mancha de dehesa que recuerdan al campo Charro salamantino.