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Navaluenga

Piscinas naturales entre calles y casas

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Municipio de unos 2.000 habitantes que dista de Ávila 39 km e incluye los núcleos de Camino de la Cabrera, El Rincón, La Chinita, El Quejigo y Navapalva.

Es uno de los municipios emblemáticos del turismo de montaña y agua, una combinación frecuente en ambas vertientes de Gredos. No solo el Alberche cruza el caserío de Navaluenga, también los arroyos Portezuelos y Chorretón. Muy cerca, hacia el este, se extiende el pantano del Burguillo. Pero Navaluenga aporta una singularidad respecto a otras poblaciones del valle pegadas al río: las piscinas naturales en el mismo casco urbano, que se suceden desde un poco antes del puente románico (quizás su postal más conocida) y hasta después del puente Nuevo.

El río también parte en dos el paisaje. En la vertiente norte predominan las tierras onduladas, con afloraciones rocosas, prados cercados y dehesas, además de sotos en los arroyos. Este paisaje anticipa las lomas agrestes de la Paramera. En la vertiente sur enseguida comienzan las subidas de la sierra del Valle hacia las cimas del macizo oriental de Gredos, hendidas por seis gargantas, aunque también abundan las cimas de roca desnuda rodeada de pasto. Al verde dominante en los sotos, huertos y prados de la vega del Alberche, se suma el de un campo de golf.

Pinos, fresnos, nogales, robles, encinas y castaños son algunas de las especies frecuentes. Pero la variedad forestal se desata al este, junto al Burguillo y en otras de las joyas ecológicas del provincia: la Reserva Natural del Valle de Iruelas, cuyo microclima húmedo permite especies propias del norte peninsular y cobija los llamados bosques mágicos. Además de las especies citadas, allí crecen chopos, enebros, tejos, arces, alisos, abedules y por supuesto pinos, pero de las tres variedades ibéricas: resinero, laricio y silvestre. Con este patrimonio natural también es natural que en la zona se asienten varias urbanizaciones, alojamientos rurales y empresas de turismo activo.

En el casco urbano se combina la nueva construcción con algunas casas de aspecto más tradicional en piedra vista o encalada. La plaza es pintoresca y no podía faltar el ayuntamiento de grandes dimensiones, típico muchos pueblos de este valle y del Tiétar. En pocos sitios un puente compite con las iglesias o las casonas solariegas. El puente románico de Navaluenga lo consigue por la elevación de sus cuatro ojos, todos desiguales, y dos tajamares. La iglesia de Nuestra Señora de los Villares destaca con esa esbelta torre que se yergue muy por encima de la nave. Las almenillas de la azotea refuerzan su porte de atalaya. Dos ermitas, una junto al puente y otra en el camino a Burgohondo. Y dos necrópolis que acreditan la abundancia de recursos para sobrevivir para varias civilizaciones.

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