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De santuarios, Ojos Albos y cuna del Voltoya
Municipio de algo más de 300 habitantes que se extiende junto al límite provincial de Segovia y lo forman las localidades de Aldeavieja y Blascoeles. Dista de Ávila 21,2 km.
El término tiene una forma particular, es largo, estrecho y diverso. Al norte, hasta un poco más arriba del arroyo Cardeña, abarca campos de cultivo y las dos poblaciones (Aldeavieja es la principal). Baja flanqueado por la sierra de Ojos Albos, al oeste, y al este la serrezuela de Malagón y el término de Villacastín (Segovia). Deja atrás una gran cantera. Bordea la presa que retiene al Voltoya. Y continúa por parajes agrestes, pelados de árboles y plagados de granito, hasta alcanzar los pastizales de Campo Azálvaro. Allí nace el río.
Basta un vistazo al mapa para advertir que su provincia natural también podría ser Segovia. Y así fue, perteneció a la diócesis segoviana hasta el rediseño provincial del XIX. Nada raro, pasó en casi todas partes. En Ávila sucede también al norte, en La Moraña, y en las proximidades de Béjar, por ejemplo.
Entre los dos pueblos reúnen un notable patrimonio eclesiástico: iglesia de San Sebastián, a las afueras de Aldeavieja, de sillarejo y sillar, original por su gran capilla adosada y rematada por un chapitel de pizarra que recuerda a tantos otros madrileños; la iglesia de duro nombre, la Degollación de San Juan Bautista, en Blascoeles, más sencilla y con la particularidad de organizarse en dos naves desiguales; ermita del Santo Cristo de la Salud, también en Blascoeles; la de San Cristóbal en Aldeavieja, recortada en lo alto de un cerro, fue iglesia parroquial y escenario de la película Marcelino pan y vino.
Pero sobre todo, en un paraje apartado, el santuario de Nuestra Señora del Cubillo, de aires herrerianos y por tanto austeros, con chapitel de pizarra en la torre y adjuntas la casa del santero y una amplia hospedería para acoger a los peregrinos.