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Sitges

El sueño de una noche de verano

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Amanece en Sitges y el sol dibuja una ciudad de colores que atrae a la vanguardia, a la vez que perfila con el amanecer la iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla, pintada de amarillo por el astro mientras se asoma al mar. Los rayos recorren la plaza del Baluard sobre el paseo de la Ribera, donde los que aún no se han acostado y los visitantes más madrugadores se apostan en su muro ante una panorámica de dos kilómetros de playas. Aún no hay ruido y la localidad barcelonesa se despereza entre el Parque del Garraf y sus montañas, dejándose bañar por las playas de la Fragata, Riera Rica, L'Estanyol y hasta la nudista del Hombre Muerto. La noche ha sido larga, hace solo unas pocas horas que la calle del Pecado y la calle Bonaire han dejado de bailar y a Sitges aún no le ha dado tiempo a desmaquillarse.

Con la primera luz de la mañana, el viajero creerá estar en un pueblito griego, con sus pasiones y libertades, con su filosofía y poética. Ahora, casi helenístico, conjuga la cultura modernista de casas como la de Bartomeu Carbonell, también conocida como Casa del Reloj, con la belleza clásica de pueblo costero y paraíso para aves nocturnas. Empiezan a abrir los bares, las calles del centro se extienden, y los que después de la noche, aún tienen fuerzas, acuden a la calle Illa de Cuba y calle Francesc Gumà. También nos podemos dejar guiar por el sol hacia la calle Mayor para llegar a la plaza del Ayuntamiento, rodeada por el Mercat Vell, galerías de arte y los primeros avances culturales que transformaron a la ciudad. El Museo Cau Ferrat (casa-taller del pintor y escritor Santiago Rusiñol) o el Palacio de Maricel se asoman al mar y recogen el testimonio arquitectónico y cultural de los inicios modernistas de Sitges.  

Ahora las calles del Paseo Marítimo se presentan tranquilas, pero durante los carnavales de Sitges o el Orgullo Gay se desmelenan convirtiéndose en reinas de la farándula, en maquillaje para pestañas, en música, en cante, en libertad y en baile. Ya llegado octubre, el sol le da paso a la luna de Sitges, convirtiendo el paseo de la Ribera en una alfombra roja en la que la ciencia ficción, los monstruos y el suspense convierten a una de las ciudades más vanguardistas de Cataluña en capital del mundo del Séptimo Arte con su Festival de Cine. Unas noches que acuestan a Sitges en el mundo fantástico para hacerle soñar con la libertad de creación en sus costas catalanas, costas de artistas y soñadores.

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