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Villanueva de Gómez

La iglesia herida (pero salvada)

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A 32,8 km de Ávila, Villanueva de Gómez es una población de unos 140 habitantes, cercana al curso del río Adaja y a los amplios pinares resineros que se extienden hacia el norte.

Se sospecha de su origen romano a partir de pistas como un busto del dios doméstico Esculapio, protector de la salud.

Su principal monumento no solo destaca por su emplazamiento en la cota más elevada, sino también por su estampa semiderruida o a medio construir. Los restos de la iglesia de Santa María la Mayor, sin embargo, conservan tal empaque (en granito en vez de en el tradicional ladrillo de la zona, y de grandes dimensiones) que a menudo se confunden con un viejo convento o monasterio. El incendio de los años sesenta dejó en pie la cabecera, varios lienzos de muro y la entrada monumental, además de algunas tallas que decoraban la fachada.

Aprovechando esos supervivientes como marco, especialmente los contrafuertes de piedra, se construyó un nuevo templo en ladrillo visto que aloja una figura de la patrona, Virgen de los Dolores, vestida de manto negro enjoyado, atribuida a Gregorio Fernández o a su escuela.

Villanueva de Gómez enseña un puñado de casonas de arquitectura tradicional, casas blasonadas, el ayuntamiento neomudéjar en las antiguas escuelas y alguna curiosidad como una vivienda con contraventanas y dinteles de madera en la calle de la Fragua.

Aquí se ubicó un aeródromo militar durante la Guerra Civil y aún quedan tramos de las trincheras que lo protegían.

Las amplias extensiones de pinares en su término y en los pueblos vecinos como El Bohodón permiten largos y llanos paseos a la sombra. En ese entorno boscoso, fundamentalmente de pino resinero, han anidado parejas de águila imperial.

Se puede disfrutar de frescos paisajes fluviales como el de La Rinconada, en el Adaja, el único río de toda la comarca de La Moraña con curso permanente.

Sus fiestas más importantes son las Veladas en honor a la virgen del Río, el 30 de abril.

La Octava del Corpus se traslada al mes de agosto para asegurar la afluencia del público, con verbenas y comida de hermandad (por ejemplo una gran paella) y el tradicional baile de la aceituna, además de las celebraciones religiosas.

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