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Una camarera sale de la cocina con el bíceps y el antebrazo en tensión, por el peso de la pieza de carne que lleva lista para comer. Una vez que deposita el plato en la mesa del cliente, el aroma, a carne recién hecha, asciende a su  nariz e inevitablemente comienza a salivar, pensando en el chuletón de ternera de Ávila. Es el plato por excelencia de la zona. La pieza a cocinar generalmente suele presentarse en un plato más grande de lo habitual, por las dimensiones del filete, que oscila entre el medio y el kilo de peso. El chuletón, ternera de la raza Avileña-Negra Ibérica, ha de estar en su punto y es preferible que se sirva con sal gorda, para resaltar y contrastar más el sabor. Para acompañarlo, patatas, ensalada y un vino recio, con cuerpo y tiempo en la barrica.

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