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Ubicado en la localidad de Brunete, 'Campus Perruno' solo tiene una norma: las mascotas deben estar libres. Es lo que más sorprende a los dueños cuando tocan la campanita de la entrada por primera vez y Elsa, la dueña, les "obliga" a soltar las correas y relajarse. Los perros entran solos, pero, eso sí: dentro, además de otros visitantes, les esperan los colegas peludos para mostrarles las instalaciones.
Una vez dentro, les aguarda lo esencial para las vacaciones caninas perfectas: una piscina de no demasiada profundidad solo para ellos. ¿Y si los dueños también sufren el calor? Hay una fantástica ducha para refrescarse justo al lado, porque, aquí, dice Elsa, ellos no importan, "los protagonistas son los perros".
Se nota desde que pones un pie en esta finca de 30.000 metros cuadrados en su totalidad, energéticamente autosuficiente y 100 % sostenible. En el espacio dedicado a ellos, además de remojarse en la piscina, pueden ponerse a prueba en el área de juegos de agilidad, perseguirse sin descanso, atrapar alguna de las pelotas que los humanos les lanzan constantemente o acompañar a sus dueños mientras comen en el merendero.
Mientras, en La Cabañita, se sirve agua a los cuadrúpedos y cervezas y refrescos a los bípedos, que, eso sí, deben llevar su propia comida, aunque pueden utilizar la barbacoa del patio si lo prefieren. Dentro, unos cómodos sofás con encanto invitan a los visitantes (humanos y mascotas) a descansar después de disfrutar del almuerzo.
"Esto es 'Campus Perruno', aquí pueden subirse al sofá", le dice Elsa a una de las clientas que ha venido por primera vez con su perrita y que acaba de entrar en La Cabañita. "Los dueños alucinan con que puedan tener a su mascota suelta todo el día sin que nadie les dé problemas. Se relajan y eso lo notan sus perros también. Lo necesitan todos".
Solo hay que ver cómo los miedos que muchos de ellos tenían acerca de sus mascotas se disipan en cuanto llegan a 'Campus Perruno', ya que allí todos se entienden y respetan, independientemente de su edad, sexo, origen, tamaño o raza (si es que la tienen). "Hemos llegado a presenciar un flechazo entre un chihuahua y una mastina", cuenta la encargada entre risas mientras observa a una pareja de galgos que corre sin parar por todo el terreno.
Para lograr ese ambiente de tranquilidad y buen rollo, ella está pendiente de absolutamente todo, pero sin entrometerse en nada, aconsejando y guiando a los clientes en lo que necesitan. Eso sí, ayuda no le falta, ya que cada uno de sus cinco perros que merodean por el terreno cumple una función.
La de la juguetona Chula, por ejemplo, es divertirse con cualquier visitante que le preste atención, mientras que el tranquilo Amigo, que antes de que lo rescatara Elsa sobrevivía a base de las sobras de restaurantes en Cádiz, "se dedica a arrimarse a la mesa que tenga la mejor comida", bromea.
Pero el que mejor hace su trabajo es, sin duda, el grande y amable Harry Potter, que siempre la acompaña. Él es el "socorrista" de 'Campus Perruno': controla que todo esté en orden y que los canes se porten bien. "Me avisa si hay algún conflicto", cuenta orgullosa su dueña.
Con ese equipo de lujo es fácil que las cosas salgan bien. Otra de las claves para lograrlo es que Elsa solo acepta a clientes con reservas cerradas por correo electrónico, y no ocupa más de 15 mesas. De esa forma, el espacio nunca se masifica y todo el mundo puede disfrutar del lugar sin agobios, desconectando del bullicio, la rutina y las prohibiciones de la ciudad. Los humanos pagan 10 euros y sus mascotas, 5, y también se puede reservar todo el espacio para celebraciones bien perrunas.
"Lo mejor es la tranquilidad: hay pocos perros y poca gente y puedo disfrutar de mi cervecita viéndoles correr", cuenta Elena, que es la segunda vez que viene con Mika y Nilo, quien, en honor a su nombre, es un auténtico enamorado del agua y se lanza a la piscina en cuanto pasa por la puerta.
Es entonces cuando su dueña empieza a disfrutar de la falta de preocupaciones: aquí a nadie le molesta que estén sueltos y no pueden perderse persiguiendo un rastro, como les pasa en campo abierto, porque toda la finca está vallada en vertical y horizontal. Con ella coincide Mónica, que visita el lugar por primera vez con un grupo de amigos –humanos y animales– y está encantada: "se agradecen este tipo de sitios para ellos y que haya una persona que entiende a los perros al mando".
Elsa sonríe cuando la escucha, porque su objetivo principal cuando comenzó con 'Campus Perruno' hace tres años era "crear una familia". Y parece que lo ha conseguido. "Al principio pensé en hacer algo con caballos, pero luego me dije: con la de problemas que tengo en bares, parques y calles con mis perros, quiero un sitio para ellos".
El siguiente paso será montar en la finca una residencia canina para que los dueños puedan irse tranquilos de vacaciones al dejar a sus mascotas en un entorno de este tipo, en el que el único requisito es que sean sociables y estén educados. Mientras, seguirá defendiendo el derecho de los chuchos a ser exactamente eso: chuchos. "No son tontos, no son personas: los perros son perros". Y en 'Campus Perruno' lo son en estado puro.