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Arroz meloso con manitas, tirabeques y torrezno de Soria.

Restaurante Nuestra Tierra (Caracena, Soria)

Cuando el bar del pueblo sorprende en la mesa

Actualizado: 21/05/2025

Texto: Ana Caro

Fotografía: Mario Tejedor

Volver al pueblo y dar una vuelta al restaurante de los padres es una iniciativa común entre los jóvenes cocineros, lo que quizá no sea tan común es hacerlo con el acierto de Rodrigo Pacheco. El restaurante 'Nuestra Tierra' en Caracena (Solete Guía Repsol) es bar del pueblo para vecinos, refugio para visitantes y, sobre el mantel, buen producto soriano puesto al día con rigor.
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Casi 90 kilómetros separan Caracena de Soria, su ciudad más próxima, y cada fin de semana llega hasta aquí gente con un objetivo claro: sentarse a la mesa de Rodrigo Pacheco. La experiencia podría empezar así: siguiendo el navegador el futuro comensal aparca el coche en la parte más alta del pueblo y se sorprende por el bello pórtico de la iglesia fortificada de San Pedro y su curiosa columna torsa, observa la panorámica de los arcos hacia el Barranco de las Gargantas -quizá saca el teléfono para hacer una foto- y dobla la esquina para bajar la (casi seguro) vacía calle empedrada.

Aunque según el censo Caracena cuenta con 14 habitantes, según sus vecinos no llegan a la mitad.
Aunque según el censo Caracena cuenta con 14 habitantes, según sus vecinos no llegan a la mitad.

Pronto, se topa con un edificio bajo y al lado de su puerta, un cartel en el que se observa un árbol con las raíces muy marcadas y donde se puede leer en letras caladas: “Nuestra Tierra”. Al otro lado de la entrada, las propuestas alegran al hambriento con solo leerlas: “guanciale, vieira y yema de huevo; bacalao sobre guiso de níscalos y su pipil; puntalete, lechal y trufa negra de Soria”. Las buenas sensaciones continúan al entrar en el local, un refugio total en la primavera soriana, este año especialmente desapacible.

Las croquetas en 'Nuestra Tierra' son de rabo de toro estofado.
Las croquetas en 'Nuestra Tierra' son de rabo de toro estofado.

Solo la luz natural entra en la estancia, donde comparten espacio una estrecha barra de bar, un par de mesas y una chimenea metálica. Allí, un pequeño grupo toma algo de pie mientras Luna, la perra de la familia, saluda educada y tierna a los recién llegados. Santiago, el padre del cocinero que ha puesto en el mapa gastronómico esta zona de Soria, termina de comer viendo los informativos del mediodía. Es evidente que está en en su casa y, de repente, también es un poco la casa de quien acaba de entrar. Un botellín de cerveza muy fría y una tapa de queso de Zamora conduce a los comensales hasta el salón.

Rodrigo Pacheco ha tomado el relevo a su padre en el restaurante.
Rodrigo Pacheco ha tomado el relevo a su padre en el restaurante.

Rodrigo Pacheco, de poco más de 30 años, entra y sale continuamente a través de la puerta que va a la cocina, cubierta con una cortina castellana: “Es el suelo que tenemos de siempre y hay que calzar las mesas”, se disculpa, mientras acomoda al comensal y vigila cómo va la mesa que empezó a comer hace un rato. En esta sala, con chimenea de piedra y apenas un puñado de mesas, todo invita a hablar en voz baja pero se escucha el murmullo de la charla tranquila. Al otro lado de la ventana, una bandada de gorriones bebe agua en los charcos del patio interior; todo está en calma justo antes que lleguen esos platos que, para muchos, ameritan el peregrinaje.

Alcachofa y huevo frito, y entre medias, jamón de pato.
Alcachofa y huevo frito, y entre medias, jamón de pato.

Innovación con cautela

Las croquetas de rabo de toro estofado, delicadas y crujientes, vienen con un punto de alioli de ajo tostado debajo para que no se muevan en el plato, y ese mismo alioli combina con gracia en la posterior focaccia de morcilla, piquillo y manzana. En el siguiente plato, la yema del huevo frito cae sobre una alcachofa tierna a la que se le añade, con audacia, jamón de pato. Sin embargo, la fiesta rotunda llega con un arroz en el que la melosidad de las manitas contrasta con el crujiente de las almitas de torrezno de Soria. De postre: una crema ligera de queso y vainilla, con fruta de la pasión y galletas. “No es el más complejo que tenemos pero sí es el que más nos pide la gente”, explica Rodrigo, que entendió durante su estancia en Barcelona la importancia de un buen postre.

Santiago y Luna, una agradable bienvenida al restaurante.
Santiago y Luna, una agradable bienvenida al restaurante.

El cocinero se formó en La Merced, la escuela de hostelería de Soria y trabajó en restaurantes tan emblemáticos como el ‘Virrey Palafox’ (1 Sol Guía Repsol), después, estuvo en la cocina de una cadena hotelera primero en Madrid y más tarde en Barcelona: “Luego decidí volverme al pueblo porque es lo que me gusta. Aquí ya había ido haciendo yo las cartas, cambiando la oferta poco a poco”, explica el cocinero sobre un cambio que, hablando del dulce, se traduce por ejemplo en una piña colada en versión postre, o en una preparación de limón, albahaca, coco y cacahuetes. Habla del encorsetamiento a lo de siempre, a las natillas, a la cuajada, y al arroz con leche pero que al final, la clientela prueba y repite.

La focaccia de morcilla lleva manzana.
La focaccia de morcilla lleva manzana.

Las albóndigas de pollo en pepitoria con trompetas de los muertos son otro ejemplo de ese giro que el treintañero ha imprimido al negocio de sus padres. “La estructura no ha cambiado, lo que ha cambiado es la oferta. Antes era un restaurante más enfocado a platos de cuchara de cocina tradicional que hacía mi madre -y sigue haciendo- y, de segundo, carnes a la brasa de las que se encargaba mi padre pero él ya se jubiló”. Al menos de la cocina, porque mientras su hijo concede esta entrevista, él espera a que termine para salir a cuidar del ganado, ovejas, de las que también se encarga otro hermano.

El comedor es hogareño en cada detalle.
El comedor es hogareño en cada detalle.

El comedor, mientras tanto, sigue contando la historia. Dos cuadros llaman la atención al primer vistazo: uno de ellos ocupa toda la pared derecha y muestra, con trazos y colores atrevidos, las vistas del río de Caracena desde Santa María, “la iglesia de abajo”: “Lo hizo el pintor Rafa Peñalver, un amigo de mis padres, estaban en una asociación cultural juntos en el pueblo de al lado”, comenta Rodrigo. La otra obra, de estilo más clásico, es un retrato de sus bisabuelos, Pascual y Rufina, sentados en la en la puerta de su casa: “Eran de un pueblo ya abandonado, Escobosa, al lado de Rioseco”.

Los bisabuelos de Rodrigo también tienen su espacio.
Los bisabuelos de Rodrigo también tienen su espacio.

La importancia de un buen postre

Y así, sin perder de vista las raíces, Rodrigo continúa innovando con cautela en la cocina. El foie con praliné de zanahorias, el rape con ajo tostado y crema de hongos o el pulpo con oreja y garbanzo ronda su mente y los fogones, y consigue convencer a la a menudo reticente clientela. “Tenemos la suerte y la desgracia de que estamos en un pueblo de seis habitantes -ellos y otro vecino más-, así que muchas veces no les queda otra que venir, pedir y probar”, explica, sonriendo, aunque reconoce que al final la mayoría vuelve.

Uno de los postras más pedidos lleva fruta de la pasión.
Uno de los postras más pedidos lleva fruta de la pasión.

Cuenta que a diario no suelen dar más de cinco o seis comidas pero que los fines de semana suelen estar llenos, que solo abren para cenas por encargo pero lo que no olvidan es que, además de restaurante, son el bar del pueblo. “Al final, el que quiere venir a tomarse un café por la tarde o a tomar una cerveza por la mañana, pues tiene un sitio donde venir”, comenta Rodrigo, que hace convivir ese servicio con una oferta gastronómica distinta y una carta de vinos difícil de encontrar por la zona con vinos de Soria y del conjunto Castilla y León, pero también canarios, catalanes y algún europeo.

El comedor está directamente conectado con la cocina.
El comedor está directamente conectado con la cocina.

Según cuenta el cocinero, no siempre es sencillo encontrar proveedores para los que sea viable servir en Caracena, una dificultad que también se encuentra a la hora de conformar un equipo. “Después de buscar personal durante un año y medio, mi compañero de la escuela Mikel Prieto me dijo que sí, que se venía a probar y de momento dice que está contento”, celebra la incorporación, que ha precisado una mudanza. Superando día a día todas las dificultades derivadas de su ubicación, el cocinero habla con cautela cuando se le pregunta por el futuro: “remodelar la cocina y reformar la terraza”, son sus objetivos de momento.

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Con la terraza, Rodrigo se refiere a las ruinas del “antiguo hospital del pueblo durante la Edad Media”, que enmarcan las vistas al barranco de enfrente, con diferentes tonos de verde y marrón dependiendo de la época del año y a la torre de la iglesia de Santa María, construida en el siglo XII. En el mismo lugar donde antes también estuvo “La Casa de la Tierra”, según reza un cartel del Ayuntamiento de Caracena, el lugar donde se reunían los representantes de las juntas municipales cuando aún funcionaba la Comunidad de Villa y Tierra, se puede uno sentar cuando llega el buen tiempo a juntarse durante un atardecer veraniego o a dejarse sorprender en la mesa a la hora del almuerzo. El entorno y la cocina harán el resto.

'NUESTRA TIERRA' - San Pedro, 18. Caracena, Soria. Tel: 692.31.13.93

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