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Abanicos, sombrillas y paraguas con arte y leyenda

Madrid, Madrid

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Cuenta la leyenda que un caballero regaló a su amante una sombrilla o paragüas de 'Casa de Diego', con un diamante encastrado en su pomo para que la dama le llevará entre sus manos. Hoy los paraguas o las sombrillas de hace un siglo siguen siendo una realidad, una garantía en tiempo de mercados chinos. Los abanicos permanecen –más allá de los vaivenes que les dan los diseñadores de moda– con dibujos de vanguardia en sus telas, que se venden junto con las piezas más clásicas. Muchos son pequeñas obras de arte. Los hay de nácar francés –hay uno en De Diego que puede llegar a costar 6.000 euros– balinés, de Tahití...; de carey o de hueso con preciosas filigranas. Con varillas de maderas de ébano, tropicales u otros árboles con veta noble. Un toque definitivo tienen los de caballero, más cortos y fáciles de guardar en el bolsillo.

Corría el complicado reinado de Isabel II cuando a la Puerta del Sol se trasladó 'Casa De Diego', en 1858. Paraguas, abanicos, bastones, sombrillas se despachaban detrás de los mostradores a las damas y caballeros por igual. Ya fueran moderados, progresistas o liberales; partidarios de los generales espadones –Nárvaez, Espartero u O'Donnell–, todo el mundo tenía un hueco en la tienda. Lo de atender con mimo al cliente se mantiene con la sexta generación de la familia al frente del negocio y las supersticiones se dejan fuera. Si hay que abrir veinte paragüas para enseñar la calidad de la varilla o la impermeabilidad de la tela, se abren.

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