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Burgos

’Empapada’ de historia

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Tierra del lechazo, buenos caldos, irresistible repostería, gran riqueza monumental y, ante todo, mucha historia. La que fuera capital castellana durante varios siglos y sirvió de hogar al héroe local, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, atesora su insignia en su magnífica catedral, pero tiene mucho que ofrecer al visitante. 

Atravesada la muralla por el Arco de Santa María, el Patrimonio de la Humanidad burgalés se abre ante nuestros ojos en todo su gótico esplendor de torres afiladas y gárgolas que escupen agua en los días de intensa lluvia, invitándonos a entrar a la Catedral. En su interior aguardan la capilla de los Condestables, los restos del Cid y su esposa y la escalera dorada. Desde la plaza de Santa María, que la catedral comparte con la iglesia de San Nicolás, podremos ascender al cerro de San Miguel para llegar al castillo, símbolo del enfrentamiento entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja, y ahora un magnífico mirador para obtener una panorámica completa de al capital burgalesa. O bien podremos bajar para encontrarnos con la iglesia de San Esteban, la de Santa Águeda y la Puerta de San Martín, en la cual nos haremos una idea de cómo se sintió el Cid cuando partió hacia el destierro. 

El lechazo y el dulce esperan por cualquiera de sus rincones, aunque probablemente sea la Plaza Mayor el mejor lugar para satisfacer estas necesidades, en un recorrido en el que nos cruzaremos con la Casa del Cordón, sede de reunión entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón. Seguramente, también nos toparemos con los peregrinos que van camino de Santiago, que eligen el Paseo del Espolón o bien el Parque de la Isla. Bordeando el río Arlanzón llegamos al Teatro Principal, saludado cada día por la estatua del Cid, que además marca el arranque del Puente de San Pablo, de obligado cruce para visitar el Museo de Burgos y el Museo de la Evolución Humana. Este último nos acerca al yacimiento de Atapuerca, tanto desde sus salas como con el autobús que podemos tomar para visitar el parque arqueológico in situ, a 15 kilómetros de la ciudad. 

Si creemos haber visto todo, podemos retirarnos a los alrededores para conocer dos monumentos con una gran riqueza histórica, artística y arquitectónica. Por un lado, la Cartuja de Miraflores, cuya iglesia acoge el Sepulcro de los Reyes Juan II de Castilla e Isabel de Portugal y el Sepulcro del Infante Alfonso (padres y hermano de Isabel la Católica), obras del escultor Gil de Siloé. Por otro, el Monasterio de las Huelgas, que es panteón real y sede del Museo de Telas Medievales. 

 

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