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Canencia

La ruta de las exclamaciones

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No importa el tiempo ni el lugar. Es más, podríamos cerrar los ojos y con un dedo señalar un punto en el mapa, el que sea. Si al abrirlos, pudiéramos trasladarnos automáticamente hasta ese espacio, daría igual donde mirar. Nos encontraríamos en la X de un tesoro que aúna Naturaleza, arte e historia a partes iguales. Desde allí, cualquier camino nos arrancará un ¡wow!, un ¡ah! o un ¡vaya! Si tomamos la vía que lleva al centro del pueblo, descubriremos lo que es el encanto rural y la hospitalidad serrana y nos encontraremos con una joya del s. XV, la iglesia de Santa María del Camino cuya espectacularidad nos arrancará un ¡caramba! 
Siguiendo el rumor del agua que llega desde los arroyos y regueros que bañan la localidad no tardaremos en dar con el puente Canto, el primero de los tres puentes medievales que hay en el municipio y que van remontando el cauce del Canencia hasta conducirnos a una pequeña zona de baño, que es una auténtico oasis en los calurosos veranos madrileños. También lo es el abedular, el único propiamente dicho de la comunidad, que con su frondosidad resguarda al visitante del implacable sol estival y regala un espectáculo único en cada estación. Para conocerlo, lo mejor es caminar por la senda ecológica del término municipal que, además, nos regalará una nueva interjección: el ¡oh! que exclamaremos seguro frente a la Chorrera de Mojonavalle, un bonito salto de agua en el propio puerto de Canencia que solo puede calificarse como ¡espectacular!
 

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